La vida en Los Cabos con tu familia era tranquila, muy tranquila; después de todo Baja California tiene mucho para ser un paraíso: sus hermosas playas, actividades acuáticas, una vida nocturna de primer mundo. Aunque hablas poco de ello, el Médano, su playa principal, jamás te dejaría mentir. Por su belleza siguen destacando paseos –después de la Marina– el Fin de la Tierra, la Playa del amor y El Arco, que inundan mentes y cuerpos de historias, la mayoría de amor, tanto para visitantes como locales. Solo recordarlo es un suspiro con sabor a sal de mar.

Como algo no muy lejano, pasaban por tu mente aquellos momentos del Colegio Anáhuac, en La Paz, cuando de morrito estudiaste ahí la primaria y secundaria. La preparatoria ya la cursaste en el Colegio California y la Universidad Mundial te vio pasar por sus aulas, aunque por varias razones no concluiste tus estudios. Pero esa voluntad por ayudar a los demás fue la que te hizo terminar la carrera técnica en la Escuela Nacional de Protección Civil que tutelaba la federación.

Tu chamba en el servicio público (en Protección Civil), sin embargo, no te tenía del todo satisfecho y decidiste dar rienda suelta a esa inquietud, ese gusanito, por el periodismo. Fue así que iniciaste cubriendo notas sobre corrupción, inseguridad y justicia como corresponsal en Los Cabos de Reportero Urbano. Jamás imaginaste que eso marcaría por siempre tu vida y que, pese a ello, nunca te arrepentirías.

En muchos lugares del país, después que El Chapo fue atrapado en Sinaloa, los asesinatos y todos los registros de inseguridad se complicaron. La lucha interna entre el Cártel de Sinaloa fue aprovechada por otros carteles para ocupar ese lugar que jamás estuvo vacante. Hoy, con él en la cárcel, sigue siendo dolor de cabeza para el gobierno.

Cuando llegaste a las mañaneras ya habías sufrido tres atentados. Huías de ellos.

A tus 39 años y con tu porte superior a la media: espalda ancha y brazos gruesos que se despliegan en tus medidas de uno ochenta de estatura, no bastaron para intimidar a tus intimidadores; al contrario, en montón te han hecho frente. Cobardes.

En el primero, en 2016, quemaron tu casa y tu automóvil y, por suerte, no te encontrabas ahí. Pese a que te avisaron de inmediato y llegaste rápido, ya no pudiste recuperar nada; hasta del mensaje intimidatorio que te habían dejado en un cartón, únicamente quedaba una orillita. A partir de allí, se acabó tu tranquilidad y el miedo a ser asesinado se convirtió en tu sombra.

El último atentado –esperamos así sea– sucedió cuando, al ir a una mañanera y percatarte que no llevabas tu acreditación, regresaste por ella y fue allí donde te molieron a golpes: jamás te robaron nada, únicamente era dejarte un mensaje, aunque como bien me comentabas “pensaron que me habían matado”.

En su ineficacia, el Mecanismo Federal de Protección a Periodistas no quiso hacerse cargo del costo de tu tratamiento médico porque ellos solo se limitan a “gestionar sobre agresiones que tienen que ver con la labor periodística…” fue el Mecanismo de la Ciudad de México el que te hizo el paro mediante la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas. Pinche impotencia.

¿Cómo te ubicaron? Ambos lo comentamos alguna vez. Fue a partir de que una reportera mala onda de Milenio, cuyo nombre dejamos a la imaginación de los lectores, la que solo por divertirse, publicó en Twitter una foto tuya aparentemente durmiendo en la mañanera –¡quién  no, por la hora!–  y tú por tus medicamentos (ansiolíticos), fue lo que te puso en la mira de tus agresores.

Supongo que después de los dos primeros atentados, no fue fácil para ti decidir internarte en el Hospital Psiquiátrico Fray Bernardino Álvarez; sí, el de Avenida San Buenaventura #2, Niño Jesús, Tlalpan, Ciudad de México, porque desesperado. Ya habías intentado quitarte la vida en varias ocasiones y, a decir verdad, era muy fuerte tu temor a ser asesinado o hacerte daño tú mismo. Estabas desesperado.

Te diste la arrepentida de tu vida porque permanentemente te mantenían sedado y, cuando despertabas lo primero que pedías era que te permitieran salir… irte. Jamás supiste cuantos días estuviste internado, pero sin duda fue angustiante, y más cuando supiste –aunque estabas consciente de ello– que el diagnóstico era estrés postraumático, depresión mayor y ansiedad.

A Marcial Yangali de Contralínea le platicaste (octubre 27/2019) que saliste de ese infierno infame del psiquiátrico gracias a que dos colegas periodistas se hicieron pasar por tus familiares y te alejaron de ese encierro, sino tal vez ahorita no la estuvieras contando.

No era para menos.

Cuando en el atentado de 2017, la vez que quisieron matarte, asesinaron a don Abel Cruz, uno de tus guardaespaldas –no sé si era uno de los marinos retirados– que te había asignado el mecanismo federal de protección, pero por más que accionaste el “botón de pánico”, jamás nadie llegó para apoyarte. Aún herido, junto con tu esposa, lo llevaste personalmente al hospital más cercano, en donde ya no logró sobrevivir.

Claro que su muerte te dolió mucho y, desde allí, con la impotencia y el coraje descubriste la inutilidad de este pinche mecanismo que depende de la Secretaría de Gobernación y que cobija enormes claroscuros de corrupción, pero con ello tienes que utilizarlo porque “no hay de otra”; incluso ahora con la Cuarta Transformación persisten los desarreglos a pesar de la promesa de Alejandro Encinas de auditarlos.

Para documentar tu pesimismo baste decir que mensualmente RCU Sistemas S.A. de C.V. quien además de la alimentación, renta de casas de seguridad, cámaras y botones de pánico, recibe 1,421,000 de la Secretaría de Gobernación según documenta el periodista J. Jesús Lemus[1] en Reporte Índigo.

Un mecanismo de protección que no protege

“Mira pendejo, te avisamos que con la política no te metieras y la respetaras, no quisiste entender… Chingaste a tu madre wey…”, se leía en la nota que te dejaron cuando en febrero de 2017 volvieron a quemar tu carro y esta vez sí alcanzaste a sofocar el fuego. Pensaste que una agresión más podría ser fatal y fue cuando aceptaste nuevamente la cobertura del Mecanismo de Protección para Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas de la Secretaría de Gobernación.

Lo sabes y te espanta más: De los cuatro periodistas que se encuentran protegidos por este “mecanismo de protección a periodistas” que han sido asesinados (desde 2012 fecha de su creación), dos han sido del municipio de Solidaridad, Quintana Roo y, lo peor, en lo que va del sexenio del Presidente Andrés Manuel López Obrador con todo y medidas de protección oficial tres personas han sido asesinadas. ¿Será que nadie quiere darse cuenta?

Aarón Mastache, comisionado ejecutivo nacional de este Mecanismo de Protección para Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas le ha reconocido a Indra Cirigo de la revista Contralínea (noviembre 08/2019)[2] que en los primeros diez meses del gobierno de AMLO, con todas las insuficiencias presupuestales y de recursos humanos, han beneficiado a mil 90 periodistas, pero sólo atienden casos donde se tiene información de la agresión, por lo que lo vuelve “un mecanismo de carácter reactivo”. Jodida la cosa.

Tan es cierto que, además, en este gobierno donde Olga Sánchez Cordero es la mandamás, sigue “prestando” estos malos servicios RCU Sistemas, única empresa contratada y sin licitación que ha sido calificada como corrupta e ineficaz por organizaciones civiles y algunos beneficiarios.

Tal vez no lo sepas, pero RCU Sistemas, que representa un tal Israel González León, tiene 406 “beneficiados” con el llamado “botón de pánico” de los cuales 185 son periodistas y 224 activistas y promotores de derechos humanos, y ha recibido contratos por 16 millones 112 mil 546 pesos por parte de Telecomm, Comisión Federal de Telecomunicaciones, la Comisión Federal de Electricidad y la Secretaría de Hacienda de Chihuahua, de acuerdo con una revisión al Portal de Transparencia y Compranet que hizo la revista digital Sinembargo[3]. Increíble ¿Verdad?

Y el colmo, dice el abogado Diego Martínez, que con Artículo 19 lleva tu caso, es que “el problema de los botones de pánico no se limita a su inutilidad en situaciones de emergencia, sino a que algunos usuarios han recibido amenazas a través de él; ya que funcionan con un chip de telefonía Telcel,  y muchas veces les han llamado allí para cobrarles tarjetas de crédito o deudas del anterior dueño del número. Si son números reciclados, pueden también ser una fuente de riesgo”, denunció.

Tienes razón al crisparte en la programación que teníamos para una plática más formal, aunque ya habíamos tenido varias, y que cancelamos por alteraciones en tu salud: hasta la publicación de estas líneas, los médicos no habían podido controlarte la presión y el ritmo cardiaco. Hay que cuidarse amigo, porque según la ONG Artículo 19, en el primer semestre del 2019 se han documentado 249 agresiones contra periodistas y no debemos callarlos. Por la mañanera han pasado muchos de ellos, aunque parece que el Presidente no está enterado (O ¿no quiere enterarse?).

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*/2014-2019 periodista Freelance. Inició como corresponsal de “Reportero Urbano” en Baja California Sur; después en “911 Noticias” en 2016. Hasta la fecha firma con su nombre: Julio Omar Gómez y ha colaborado en “Medios Electrónicos de México” y “Medios Electrónicos del Pacífico”.

[1] Reporte Índigo “Botón inútil y millonario” https://www.reporteindigo.com/reporte/boton-inutil-y-millonario/

[2] https://www.contralinea.com.mx/archivo-revista/2019/11/08/mecanismo-para-periodistas-con-carencias-presupuestales-y-de-personal-aaron-mastache/

[3] https://www.sinembargo.mx/25-03-2019/3555671

Publicado el 10 de noviembre de 2019 en Noreste.net

http://www.noreste.net/noticia/julio-omar-gomez-sobreviviente-de-cuatro-atentados/