A los 16 años, Raúl Hernández se aburría con los temas de estudio. Se quería devorar el mundo de un bocado aprendiendo más cosas y más rápido. Usualmente, cuando regresaba de clases, los libros que le dejaban los devoraba casi de una sentada y, al volver a la escuela, poco era lo que el maestro tenía para sorprenderlo. En primaria no tenía otra más que “apechugar”, pero en la secundaria, con los Beatles y Bob Dylan como estandartes musicales, le valía gorro. Ya había reprobado tres veces tercero de secundaria, cuando sus padres le dijeron “O estudias o trabajas”.

– Voy a trabajar, respondió contundente.

– ¿Y en qué?, preguntó el padre.

– Quiero ser reportero, dijo sin pensar.

Su papá, quien era un taxista muy estricto y decente al que jamás escuchó decir una mala palabra; lo único que le escuchó decir alguna vez fue “Ese señor es un tonto”, nunca lo vio en estado de ebriedad y tampoco faltó a su casa; sus cinco hermanas y él, pasara lo que pasara, siempre tuvieron un plato de comida en la mesa.

– “Voy a trabajar en el mejor periódico”, agregó.

– ¿En cuál?

– No sé.

Entonces, con voz grave y muy serio sugirió a su mamá “sírvele a este joven el último plato que comerá gratis en esta casa”; y agregó “aquí tienes 10 pesos para que en la semana busques…” Diez pesos en los sesenta era un montón de dinero, e inmediatamente “me arreglé, me peiné, y me puse el traje que me habían comprado, el único y que casi no usaba, y salí a preguntar en el primer puesto de periódicos a dos cuadras de mi casa”.

– “Señora, ¿cuál es el mejor periódico que hay?”

– Pues El Universal o Excélsior,

­- Y, ¿En dónde se encuentran ubicados?

Así se preguntó en cada puesto de periódicos y a las personas que iban leyendo en los camiones, hasta que llegó a Bucareli y se apostó frente a Reforma 18. Era un viernes como a las 12 del día y –confundido– no sabía qué hacer… Duró varias horas ahí, parado, pensando cómo hacerle cuando llegó un señor chaparrito, bigotón, con unas cejas muy pobladas.

– Oiga joven, lleva mucho tiempo parado aquí ¿A quién busca? o ¿Espera a alguien?

– No. Es que quiero trabajar aquí…

Discretamente el tipo se ríe para inmediatamente preguntar.

– ¿Y qué sabe hacer?

– Nada. Quiero ser reportero, respondió Raúl.

– ¿Has trabajado antes…?

– No. Aunque puedo empezar de lo que sea.

Mientras se le quedaba mirando, escudriñándolo, el señor le preguntaba su edad, estudios, etcétera, para finalmente decirle.

– “Bueno, mañana preséntese aquí a las nueve de la mañana”, al momento que entrega una de sus tarjetas.

Se trataba de Rodolfo Flores Rivera, subdirector de la revista Magazzine de Policía. “Procure no llegar tarde porque mañana es cierre. Ah, y pida permiso a sus padres porque también va a llegar tarde a su casa”, sugirió.

Al rememorarlo, el compañero de las Conferencias mañaneras del Salón Tesorería del Palacio de Gobierno, se escuchaba emocionado, “Me encontraba feliz y, cuando corría hacia el camión para regresarme, me gritó…”

– ¡Oye!, ¿Y no quieres saber cuánto vas a ganar? Sí… le respondí. ¿Cuánto?

– ¡Cien pesos a la semana!

– ¡Muchas gracias señor!

Cuando llegó a su casa, lo primero que preguntó su padre fue cuánto ganaría, y al responderle, muy serio dijo, “perfecto, 50 para tu mamá y cincuenta para ti”. Al siguiente día llegó muy temprano. “Recuerdo que el formador era Jorge Álvarez, tipo excelente, simpático, agradable y muy limpio. Él hacía el formato de la revista, calculaba textos, fotografías y era quien me enseñaría. Ahí conocí aquella reglota de metal, el tipómetro, y ponía atención en cómo hacía el marcado de textos. Don Manuel Camín, el director, me decía “ya deje trabajar a Jorgito porque me lo va a poner nervioso”.

Julio Peña y el peruano Emilio Griales Fiestas, quienes eran los redactores, de repente se tardaban  en entregar los materiales y, para hacer tiempo, don Manuel Camín sacaba una botella Cogñac y convidaba a su compadre Rodolfo Flores, así como a Jorge Álvarez, quien sacaba una guitarra (tocaba excelente), mientras yo estaba fascinado, trabajando, chupando y cantando. A veces llegaba la novia en turno de Manuel, ‘forro de vieja’, costarricense o portorriqueña, quien preguntaba “quién es este pollo”, es “nuestro nuevo colaborador”, le respondían, y “¿Cómo te llamas?” me decía como coqueteándome. Yo me ponía rojo de pena.

Aquel día, al terminar el cierre, me dice Rodolfo Flores, “le voy a dar un aventón a su casa”, pero a la próxima se pone abusado para que vea cómo irse. Antes pasamos a echarnos unos caldos a “Caldos de pollo Zenón” por Insurgentes, y llegué como a las 3:30 de la mañana a mi casa. Cuando se iba me regaló 40 pesos, o algo así. Ese fue mi primer día.

En la revista Magazzine de Policía duró de diciembre de 1966 a diciembre de 1967, y –en la rutina– al pasar por la redacción de Excélsior, lo invitaron a hacer las guardias en sustitución del hijastro de Rodolfo Uzeta, jefe de información. Esa vez, en la tarde, “me dijeron ‘vienes al rato para que conozcas al jefe’, era un tipo muy cabrón, pero tipazo, me quiso mucho. Cuando me conoció preguntó ‘¿Y aguantará este cabrón?’ Sí, le respondieron. ‘Mañana no voy a estar yo –dijo Uzeta–, viene Enrique Loubet’… y así, cuando llegué, me dice Loubet ‘Y usted qué viene a hacer aquí, ¿Y el otro?’ Preguntó; pues nomás me mandaron a mí, le dije. ‘A bueno, pues chínguese porque tiene que hacer el doble’”.

El Barlovento

En su vida periodística Hernández Rivera pasó por Novedades, El Heraldo, El Universal, Unomásuno, El Financiero, El Economista, El Día; en publicidad de Proceso y en la revista Metrópoli 70, donde inició el tema de Comercio Exterior. En El Universal, semanalmente publicaba itinerarios de buques en puertos mexicanos, lo que nunca se había hecho en este país, ni se ha hecho ahora.

Consignaba cada semana los cuarenta o cincuenta barcos que arribaban a los puertos y, obviamente las navieras pagaban por ello, porque era importante que el importador y el exportador tuvieran esa información para saber cuándo llegaban sus cargas. “El día que sacaba mi sección, el tiraje de El Universal aumentaba aproximadamente de ocho a nueve por ciento. De Excélsior salí defraudado y desesperado”.

El origen etimológico de la palabra “barlovento” es “barloa”, derivado del francés “par lof” “para el viento” y hace referencia al cable grueso que sujeta al buque en el muelle. Significa ‘sitio de donde proviene el viento’.

Raúl fue editor del Suplemento de Comercio Exterior  en varios medios (Financiero, Heraldo, Universal, Economista) y ha enviando colaboraciones a más de 64 periódicos en las principales ciudades del país. Desde 1990 ha editado su propia revista especializada –hoy digital– llamada El Barlovento y desde 1986 ha sido autor de la columna especializada en comercio exterior del mismo nombre.

Cuando salió de la revista Magazzine de Policía y después del Excélsior (noviembre de 1970), inició en comercio exterior su trabajo periodístico, 1971, donde ha dado conferencias, cursos, seminarios y diplomados. Coordinó además los tres diplomados que ha dado la Cámara de Diputados titulados “El concepto integral de comercio exterior” donde participaban instituciones públicas de educación superior y agrupaciones empresariales.

Ha realizado más de 30 viajes de prácticas a puertos marítimos de altura del país con 80 estudiantes promedio. En enero de 1976 y hasta 1980, fue editor de la revista mensual de la Comisión Nacional Coordinadora de Puertos, CNCP, dependiente de la Secretaría de la Presidencia. Allí editó también folletos promocionales de puertos, el informe mensual y las exposiciones en el Distrito Federal, estados de la República y eventos internacionales.

– ¿Cómo llegaste a las mañaneras?

– Fue después de una reunión donde estuvieron Jesús Ramírez, Mario Delgado y Jenaro Villamil, en el que dijeron que el manejo de los medios iba a ser diferente; por ello me acerqué a Jesús Ramírez para decirle que me quería acreditar y respondió “mándame tus datos”; después, cambiaron el formato y no se me otorgaba, pero sí me daban información para entrevistas. Hasta el 27 de diciembre (2019) me llegó el correo de aceptación para recogerla el 6 de enero. Un día más y hubiera pensado que era broma por “día de los inocentes”.

¿Viste la mañanera de hoy? Pregunta, refiriéndose a la del 14 de febrero (cuando se dio la marcha por los feminicidios), para agregar “Lo hicieron enojar (al presidente). Yo no quiero hablar mal de los compañeros, pero la de Reforma, imagino tiene la orden, además del prurito para joder, y enganchó bien al Ejecutivo”.

Cuando fue electo López Obrador, yo dudaba que lo dejaran tomar posesión. Recientemente le decía a Carlos Pozos (Lord Molecula) “Yo le sigo apostando a la perversidad de Salinas, y no dudo que detrás de las muchas cosas que suceden en el país, está él. Le dan mucho crédito a Calderón, pero no creo que su talento llegue a tanto”.

Confió que de la emoción, cuando el licenciado Andrés Manuel López Obrador tomó posesión “yo estaba llorando y al recibir mi acreditación le agradecía a todas las fuerzas del universo”.

Cuando por primera vez me dieron la palabra, estaba temblando. Me dio 11 minutos y cuando dije que traía otra pregunta, me protestaron los “moninos” aquellos y, el presidente me sonrió con una cara paternal, como diciendo “cálmate maestro, estas nervioso pero no hay pedo, con una pregunta basta”. En su respuesta me mandó con el Secretario de Marina quien me recibió una hora. La segunda vez fue con el asunto del pollo, y la tercera sobre las injusticias a los trabajadores portuarios y los de comunicaciones y transportes. El presidente es un tipo muy vivo y yo no tengo afanes protagonistas, aunque si sea un tipo que los busca, pero no tengo malas intenciones.

– ¿Cómo calificas la comunicación Social de presidencia?

– Yo te diría ¿Cómo calificas algo que nunca ha existido? Ahora es el ‘efecto López Obrador’, pero desde antes la sociedad había rebasado a las instituciones. La iglesia, por ejemplo, no solo la rebasó sino que la pisoteó; los sindicatos ¿dónde quedaron? El Seguro Social el ISSSTE… Todas, pero la que más ha hecho trizas es al periodismo. Ante ese rebasamiento existe una nueva propuesta con las redes sociales y que las maneja la sociedad. Estamos en una etapa de transición y yo, por ejemplo, ya no leo periódicos impresos.

López Obrador está haciendo lo que nadie había hecho. Para mi ese es el punto. El ‘efecto López Obrador’ ha permeado ya otras sociedades: Italia, Francia, España, Colombia, Uruguay, Argentina, Venezuela, Panamá, etcétera. Es la propuesta que hizo al país y que éste le contestó con 30 millones de votos. Pero ahora, los representantes de esas instituciones rebasadas por la sociedad, urge que se pongan las pilas, y se quiten las telarañas para que puedan obrar en consecuencia, a la altura del cambio.

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Publicado el 23 febrero 2020 Noreste.net