Para este reportero, hacerse amigo de Huberto no fue fácil, llevó tiempo; sin embargo, como contó Alberto Ruy Sánchez en la FIL de Guadalajara (2/diciembre/2018), “Batis fue siempre una persona perturbadora en todos los sentidos, un aliciente y, aún muerto, sigue siéndolo”. Su apellido lo escribía como le daba la gana: “Batiz” como originalmente es o “Batis” como gustaba escribirlo; sin embargo, Alicia Guadalupe, su hermana menor, revelaba en corto que seguido la llamaba para pedirle que le enviara un acta de nacimiento porque “tenía problemas con Hacienda” por el manejo indistinto del patronímico.
A iniciativa del también escritor tapatío Mauricio Montiel Figueiras, que este n de año estrena su sello editorial Los libros de Caronte, se realizó el 2 de diciembre pasado la charla-homenaje, al cierre de la FIL, titulada: “Lo que Huberto Batis nos dejó”, copia del libro Lo que “Cuadernos del Viento” nos dejó (Editorial Diógenes, 1984), sobre la experiencia en esta revista.
Invitado por la economista Jacinta Patricia González, esposa de Huberto, quien lo acompañó sus últimos 34 años de vida, tuve oportunidad de convivir con algunos familiares del jalisciense y estar presente en el evento, donde Mauricio Montiel contó cómo conoció a Huberto. Fue en un instante muy difícil —dijo— porque era cuando el unomásuno fue comprado por Manuel Alonso Muñoz, ex vocero de Miguel de la Madrid y ex subdirector de Relaciones Públicas de la Presidencia con Luis Echeverría Álvarez.
Huberto ya editaba el suplemento cultural sábado de ese diario, convertido entonces en un importante referente cultural del momento; sin embargo, no había hecho química con los Alonso, quienes buscaron a Mauricio Montiel para sustituirlo. Nervioso, el autor de La penumbra inconveniente (Acantilado, Barcelona, 2001) narró en forma incómoda que, al ser homenajeado Batis en Bellas Artes, y con él sentado a un lado, levantó un ejemplar del suplemento que ya editaba y dijo: “Vean, este es el suplemento que ahora editan. ¿Qué tiene que ver con el que yo editaba!”. “Yo me hundía en el asiento”, confiaba Mauricio; sin embargo, así era Huberto.
Sus clases fueron siempre divertidas, narró en su momento el editor y escritor Alberto Ruy Sánchez, director general desde 1988 de la revista Artes de México. Recordó cuando, por ejemplo, leían en clase al escritor francés Joris-Karl Huysmans en su novela Contra natura (o A contrapelo), historia donde un excéntrico que, entre otras cosas, era apasionado de los olores e inventaba perfumes mezclando varias esencias y que, un día, al asistir al Can-Can, donde las bailarinas levantaban la pierna; “imagínense —decía divertido Ruy—, siglo XIX, Francia, las personas no se bañaban; entonces, cuando levantaban la pierna olía a coño; un aroma que en oleadas se extendía a lo largo del teatro”. Contó de cómo el personaje del libro inventó un perfume llamado Opanax que mezclaba varios aromas con esencia del coño, “en su excreción agitada”.
Y, ¿qué hace Huberto Batis?, continúa Ruy, agarra la fórmula y busca recetarios de perfumes, se va a la Lagunilla, a la calle de Donceles, y junta todas las sustancias, “todas”, resalta, y va con un perfumero del centro de la ciudad para que se lo haga y… ¿qué creen? a la siguiente clase teníamos el perfume. O sea, resume Alberto Ruy, “con Huberto la literatura era algo vivo; de lo contrario no tenía sentido”.
La charla era amena y el ambiente se había llenado con la presencia de los recuerdos de Huberto, sin embargo los tiempos en la FIL siempre han sido estrictos, trátese de quien se trate. Lo mismo pasó con José Saramago la ocasión que participó en una de esas mesas. También le pidieron desalojar el foro. Incongruencias de una feria que, pese a todo, reúne a cada vez más personas. Después de la presentación, Alicia, hermana de Batis, nos llevó a cenar “carne en su jugo”, especialidad típica tapatía y postre de jericalla. La charla completa:
Publicado el domingo 23 de febrero de 2018 en El Universal Querétaro
Comentarios recientes