El periodismo nos somete a laberintos temáticos que si no los compartimos con alguien nos volveríamos locos. Había leído algo del maestro Heriberto Yépez sobre las mafias de la cultura que me hizo buscar a Avelina Lésper, escritora, historiadora, columnista y crítica de arte mexicana que sabía me podría dar algunas respuestas. En varios espacios, Yépez había dicho que los escritores mexicanos tipo Octavio Paz han trabajado con el gobierno y empresas que impulsan ideas y figuras debido a su afinidad política, y que con Krauze y Letras Libres eso sigue sucediendo. Cita a escritores como Álvaro Enrigue, Julio Trujillo y Ricardo Cayuela, quienes han pasado de Letras Libres a dirigir sectores importantes del Conaculta, hoy Secretaría de Cultura.
De este entramado, afirma Yépez, los lectores no están informados; sólo ven que tal escritor o escritora recibió equis mención, premio, invitación, inclusión, nominación o traducción sin saber que todo fue negociado entre agencias, contratistas y amistades con presupuesto gubernamental.
Pero Yépez no ha salido limpio de estos comentarios. Christopher Domínguez Michael, a quien incluyó entre la presunta mafia cultural de Krauze, contestó muy fuerte el 17 de junio de 2016 en Letras Libres. Los descalificativos fueron muchos. Para calificar el tono reproducimos un párrafo: “me pregunto por qué careces de la honradez elemental de decir (…) que el único crítico literario que ha leído todos tus libros se llama Christopher Domínguez Michael, quien, no contento con eso, los reseñó en su mayoría, con El imperio de la neomemoria (2007) como punto de partida —tu único libro importante, y lo sabes—. Es un ensayo crítico, resultado de una lectura respetuosa, como lo reconocerá quien lo lea. Recuerdo que balbuceaste algo semejante a la gratitud desde tu blog para regresar a lo tuyo, la majadería, expresiva de tu escasa calidad humana…”
Avelina afirma no estar segura de si son mafias culturales o literarias, pero lo que sí sabe es que se dividen entre incluidos y excluidos, y que “toda la cultura de México está amafiada: desde los que trabajan en el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, universidades, académicos, y dicen ‘tú votas hoy por mí y luego yo por ti’”.
Para la autora de El fraude del arte contemporáneo (Bogotá: Panamérica Formas e Impresos, 2016), por el que ha sido muy criticada, la gente que reprocha la mafia de Camín y Krauze tienen también sus propias mini mafias: “Lo que pasa es que no son tan visibles o poderosas como la de Octavio Paz, que son súper gregarias con sus propios intereses.
Pero, finalmente, en todos lados la literatura funciona como un sindicato: si no perteneces a él o a su grupito, no existes culturalmente”. La literata egresada de la UNAM y graduada en Historia Del Arte por la Universidad Politécnica de Lódz de Polonia agrega: “¿Para qué decimos que ellos, los Krauze y los Camín, son los malos de la historia si todo mundo hace lo mismo?” “Yo he vivido la censura en Letras Libres”, continúa Lésper, “y por eso no he vuelto a publicar ahí; pero no es nada más ahí, todo mundo se mueve por esos grupos, y ni se diga en el arte, donde hay mucho dinero. En México no tengo ningún libro publicado porque las editoriales simplemente no quieren quedar mal con la ‘estructura’ que hay detrás del arte”. Aquí, en México, la mayoría del dinero para cultura y educación se va en burocracia.
Yépez, en República 32, pronostica que a estos “caciques de la cultura” ya les queda poco tiempo, porque el neoliberalismo irá prescindiendo de ellos: “Sus revistas son tan obsoletas que el gobierno tiene que comprarles parte del tiraje; más que cacicazgos, o incluso mafias, la clave es la red de dinero público y las mil maneras en que funcionarios y escritores se lo reparten”.
Domingo 1 de abril de 2018 EL UNIVERSAL QUERÉTARO
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