Decepcionados, cuando algún aparato se deterioraba, decían los abuelitos que ya no los hacían como antes. “En mis tiempos las cosas duraban años” y tenían razón. Hoy, con las nuevas tecnologías, la modernidad nos ha traído la obsolescencia programada o planificada; tanto que hace tres años, Pantaleón, técnico en refrigeración, vecino de quien escribe, se quejaba porque las descomposturas de estos aparatos, casi siempre es fuga de gas, pero hoy no pueden corregirse porque los fabricantes esconden en la estructura las tuberías, haciendo difícil el desmonte y obligándonos a comprar otro.

Aparatos más pequeños, por ejemplo, llevan “tornillos de seguridad” que giran para cerrar, pero no para abrir, haciendo prácticamente imposible repararlos. Cuando en 1879 Thomas Alva Edison inventó la bombilla incandescente, ésta tenía una duración de 1,500 horas hasta 1901, pero el 23 de diciembre de 1924 en Ginebra, Suiza, Osram, Philips, General Electric, Tungsram (empresa húngara), Associated Electrical Industries (Reino Unido) y Tokyo Electric, firmaron el Cártel Phoebus, pacto que penalizaba al fabricante que diera más de mil horas de vida a sus focos. Acuerdo propuesto por William Meinhardt, presidente de Osram, y que estuvo vigente hasta 1939.

Resulta normal comprar baterías que “mueren” a los 18 meses o antes; teléfonos que son obsoletos al siguiente año; impresoras que al llegar a un número determinado de copias, se bloquean y no vuelven a servir, etcétera. Claro. Si quiere un producto con una vida más larga, lo pagará más caro. Como propuesta, la obsolescencia programada nació en la Gran Depresión, 1932, con Bernard London, sin embargo, en los setenta fue donde, para maximizar beneficios y “generar empleos”, los fabricantes acordaron dar una vida útil más corta a los productos; esto ante la indefinición legal porque difícilmente se decretará que algo sea eterno.

Ya la legislación europea considera esta práctica “comportamiento abusivo” porque además de perjudicar económicamente al usuario, aumenta la cantidad de residuos dañinos al medio ambiente. Las medias de nylon de finales de 1920, fabricadas por Dupont, eran prácticamente irrompibles, sin embargo, cuando vieron bajar sus ventas, las fabricaron de tal manera que se rompieran con facilidad. Igual pasa con algunos sistemas operativos y programas informáticos.

Apple, se lee en la web, es reina de la obsolescencia programada; por eso la polémica por la corta vida de la batería de su primer Ipod, programada para 18 meses. En 1924, cuando el mercado automotriz estadounidense llegó a su punto de inflexión, Alfred P. Sloan Jr., director de General Motors, GM, se le ocurrió cambiar cada año el diseño de sus modelos, idea que no gustó a Henry Ford; sin embargo, para 1931 GM era ya dominante en la industria automotriz. Hewlett-Packard, Canon, Brother y Epson han sido citadas en una denuncia de la Asociación Stop to Obsolescence Programmed (HOP) de Francia por fallas en sus productos.

En 2015, la legislación europea decidió multar con hasta 300 mil euros, 5% de sus ingresos anuales y hasta dos años de cárcel a empresas que incurrieran en estas prácticas. Tan sólo en 2014, los desechos de productos eléctricos y electrónicos (computadoras, celulares, aparatos de cocina, lavado, baño, etcétera) alcanzó 41.8 millones de toneladas anuales.

Este año prospecta 50 millones. Basura electrónica que se comercializa ilegalmente en Ghana con desembarcos anuales de 215 mil toneladas que vienen de Estados Unidos y Europa, o Nigeria, quien también ha sido uno de los mayores receptores, igual que Costa de Marfil, República del Congo, China, Hong Kong, Pakistán, India, Bangladesh y Vietnam.

Sábado 9 de diciembre de 2017 EL UNIVERSAL QUERÉTARO