A finales de los cincuenta, meses después de inaugurar el hotel Presidente Acapulco, e1 empresario español César Balsa conoce en el Centro Asturiano del entonces Distrito Federal a Salvador Dalí y a Gala (Elena Ivánovna Diákonova), su compañera. De inmediato, el hotelero los invita a visitar Acapulco. En aquel tiempo el puerto recibía muchos turistas estadounidenses; y era la época de la posguerra cuando numerosos veteranos de guerra llegaban con sus familias o amigos. Era el de entonces un Acapulco boyante, relataba Enrique Muñoz, promotor cultural de ese centro turístico, y José Cedano, el responsable entonces de mercadotecnia del citado hotel.
En la época en que Dalí y Gala llegaron al puerto, (las fotografías de la época lo constatan) la zona se encontraba semivacía de edificios, sobre todo donde se encuentra edificado el hotel que Carmen García González, esposa del presidente Emilio Portes Gil (de ahí el nombre), le vendiera a César Balsa. Sin embargo, la Gran vía tropical, como se llamaba entonces a la Costera Miguel Alemán, comenzaba a poblarse de negocios importantes.
Ya instalado, el controvertido artista cuyo nombre completo era Salvador Felipe Jacinto Dalí i Domènech, cruzaba la calle para diseñar piezas de joyería en un local llamado Joyería Ronai; donde hacia diseños sobre pedido, según comentaba a este reportero don Enrique Muñoz a quien muchos consideraban cronista de Acapulco durante la entrevista para este trabajo.
El Acapulco de la infraestructura y el desarrollo estaba en Caleta y Caletilla; por eso, cuando César Balsa abrió el hotel, decían que “estaba loco”. Los turistas generalmente llegaban a la zona del Acapulco Tradicional o al Centro; lo más lejos era El Papagayo. Cedano, recuerda además que el hotel El Presidente fue inaugurado por Knick Hilton, propietario de la cadena mundial de hoteles que en aquella ocasión se hizo acompañar de Silvia Pinal y Susana Cora, una actriz poco conocida.
Con Gala, el artista habitó aproximadamente dos años la suite del piso 12 que lleva ahora su nombre. Por cierto, –comenta José Cedano– “uno de los Bell boys más viejos me comentaba que era una relación muy dulce, romántica, y que no le importaba abrazarla frente a la gente. Muchas veces la besaba apasionada y largamente cuando bajaban a desayunar o comer en el restaurante”.
Cuando llegó el momento de regresar a España, don César Balsa no le quería cobrar a Dalí la estancia en su hotel; sin embargo éste replicó que “no estaba acostumbrado a no pagar” y, al momento, –dicen los viejos trabajadores del hotel– sacó lo necesario de su portafolio y comenzó a dibujar. Realizó tres bocetos en tercera dimensión, en perspectiva, realizando algunas anotaciones mismas que le entregó a César Balsa.
– “¿Qué es esto?, preguntó el dueño del hotel.
– Es el boceto para una escultura que te obsequio. Somos Gala y yo en este hotel donde fuimos tan felices. Somos “los amantes”; con esto te pago lo que me has dado, le dijo y se marchó”.
Reememora José Cedano que posteriormente César Balsa le pidió a Mathías Goeritz que la realizara. Es entonces que el maestro entra en contacto con el constructor –agrega Enrique Muñoz–, y empieza a hacer la obra. Salvador Dalí también dejo cuál debía ser la formulación del cemento, “porque debía estar hecha con cemento, concreto y varilla, así como una mezcla de materiales especiales” dijo el cronista y comerciante de Acapulco. Entrega también la formulación de su propia pintura que, recuerdo la última vez que la vi, era de color morado. Actualmente está pintada de dorado y no entiendo por qué”, aseguro el también promotor cultural.
Finalmente, los entrevistados contaron que en agradecimiento, Dalí regaló también a las personas que los atendían varios bocetos. “Una camarista –por ejemplo– me platicó que cuando tuvo una necesidad económica vendió una. Se trataba de una jirafa que daba vuelta a su cuello. Me puse a investigar –dice Cedano– y encontré que el boceto se llamaba “La jirafa en llamas”; y fue vendida en Europa y está en uno de los museos más caros de Suiza. La trabajadora lo vendió a un compadre en 20 pesos.
(Hasta aquí la versión publicada en El Financiero el 27 de abril de 2007 en la sección Cultura dirigida entonces por Víctor Roura)
¿Realmente era de Dalí Los amantes?
Cesar Balsa (1923–2007) fue hijo único de Elisa Carralero y Antonio Balsa, barbero español quien llegó a México en 1948 y se convirtió en el jefe del conglomerado de hoteles y restaurantes de Nacional Hotelera S.A. En 1960 adquirió el Hotel Del Prado, el más grande de México entonces y, cuando se hizo cargo de él, encontró que en el comedor había un mural de Diego Rivera (1946–1947) llamado “Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central”. Medía veinte metros de largo y siete de alto, y se encontraba oculto tras unas columnas, por lo que giró instrucciones para que lo trasladaran al centro del vestíbulo para que se apreciara mejor, cita Wikipedia[1].
Por esos tiempos Balsa compró también el hotel St. Regis de Nueva York, que se ubicaba en la calle 55 y 5a avenida, según narración del periodista guatemalteco Jorge Palmieri[2], agregando que, gracias a su amistad con el empresario hotelero, él vivió ahí un año; y que en ese tiempo conoció a Salvador Dalí, con quien hizo gran amistad. Fue su vecino de habitación durante casi un año y muchas veces tuvo la oportunidad de almorzar o cenar con Dalí en el King Cole bar del restaurante del hotel, consigna en su web.
También el finado periodista Jacobo Zabludovsky[3] narra en un artículo de El Universal acerca de su amistad con el empresario César Balsa, y refiere la estancia de Dalí en Acapulco, sin embargo no menciona nada de la escultura.
Sorprendentemente, en 2014, el portal trasfondoinformativo.com[4] difundió (nota de Armando Flores Salado) que el “experto en arte” Arturo Piñones Almendra (de quien hay poca información en la web), relataba que “Debido a la importancia del hotel (El Presidente Acapulco) Mathias Goeritz vendió o donó su escultura ‘Los Amantes’ para que identificará a esa hospedería de otras que ya había en aquel destino de playa, además de que Dalí tenía un proyecto cultural para la misma hospedería”.
Aseguraba en abril de 2014 que “En los primeros años, los directivos del hotel sí dieron la importancia debida a la escultura y la colocaron en la entrada principal, pero que con el paso de los años la fueron dejando en el olvido”. Al mismo tiempo denunciaba que la escultura no contaba ni con una placa que la identificara; y que tampoco tenía la iluminación adecuada y –peor aún– presentaba ya cuarteaduras, por lo que urgió a las autoridades culturales su rescate.
Argumentaba que por dignidad debería rescatarse ese monumento perteneciente al arte contemporáneo de México, ya que su autor fue un artista que, si bien nació en Polonia (Goeritz), pero “pasó gran parte de su vida en México, tanto que falleció en el Distrito Federal y sus obras se cotizan a nivel internacional”, publicó.
Al respecto, alguien que firma como Pablo GFM[5] muestra imágenes en Pinterest de la escultura “Los Amantes”, 1950, de madera tallada “realizadas por Mathias Goeritz ubicadas en el Art Museum in Cuauhtémoc, Distrito Federal”. Son las únicas referencias en contrario que hemos encontrado a lo reporteado en Acapulco en 2007 y que se encuentra en la web. Por lo inédito del acontecimiento y a quienes se le ha presentado este trabajo, señalan no tener referentes al respecto; por lo que hasta hoy, no contamos con más datos que los recabados.
[1] https://en.wikipedia.org/wiki/Cesar_Balsa
[2] https://www.jorgepalmieri.com/2011/08/07/el-genial-salvador-dali/
[3] http://archivo.eluniversal.com.mx/columnas/68324.html
[4] https://www.trasfondoinformativo.com/2014/04/escultura-los-amantes-de-mathias.html
Comentarios recientes