Por Ramiro Elías

He escuchado y leído muchas teorías acerca de los sueños, cuya pretensión científica no ha logrado convencerme del todo, pero mucho menos, me he dejado atrapar por la argumentación supersticiosa, carente del sustento que devele el profundo misterio de la felicidad o las angustias que nublan el pensamiento inconsciente del soñador, especialmente, cada uno de los pequeños detalles de las escenas vividas, los colores, las voces, el tamaño de los cielos, los énfasis y el orden en que se suceden los hechos.

El enfrentamiento a las realidades alternativas y sus lógicas peculiares son un reto indescifrable a la psicología. Ante la imposibilidad de una explicación satisfactoria solo me queda la admiración estética del despliegue artístico que nuestras mentes (incluso las más comunes como la mía) son capaces de crear.

Después de mi viaje a la Ciudad de México me instalé en el departamento de María. Me recibió muy efusiva; dejé mis cosas regadas en la sala y salimos a comer a un pequeño restaurante que tenía algunas mesas en el exterior desde donde podíamos disfrutar de una maravillosa vista frente al gran monumento a la revolución, embriagados por el clima fresco y la charla que nos mantuvo en el lugar hasta que empezaba a ocultarse el sol.

Al abrigo de las primeras sombras emprendimos un pequeño paseo, a veces tomados de la mano o deteniéndonos a admirar alguna cosa intrascendente o a reírnos de alguna broma. No tardamos en regresar al departamento a pasar el resto del anochecer viendo una película en la televisión, acostados en la cama, comiendo algunas nueces, hasta quedarnos dormidos tapados con una sábana blanca.

Abruptamente me descubrí en la cama y algo que se movía en ella; busqué con la mirada y encontré un enorme y repugnante sapo con la espalda sudando una leche pegajosa y la boca babeante. Di un salto hacia atrás chocando con la cabecera de la cama, jalando al mismo tiempo la sábana en el mismo instante que el sapo saltó a mi muslo desnudo; el súbito movimiento me dejó firmemente enredado en la sábana sin poder mover los brazos y con el sapo sobre mi muslo, sentía su piel fría y sus uñas afiladas y atrapado sin poder moverme por más que trataba desesperadamente de zafarme de la sábana.

Por un momento luché inútilmente pero todo fue en vano, seguía maniatado con la sábana y el sapo posando su piel viscosa y sus uñas en mi pierna. Pensé que cualquier esfuerzo no me ayudaría y me dije que eso era un sueño y en mi sueño podía hacer lo que yo quisiera, así pues, transformaría al sapo en la mano de María, fue entonces cuando me desperté y en efecto, la mano de María estaba sobre mi muslo apoyando en él sus uñas.

Regresé a Pánuco. Tiempo después estaba a punto de construir un pequeño puente, la premura del tiempo y las lluvias inminentes constituían un reto porque las aguas pluviales podían destruir los muros y los diques que hicimos para el desvío del caudal y la construcción de la cimentación. Teníamos casi todos los materiales y los obreros necesarios, pero carecíamos del proyecto ejecutivo.

Los ingenieros encargados de elaborar los planos de la losa nunca nos los entregaron a pesar de que la cimbra estaba puesta y se esperaba mal tiempo. Al día siguiente debía hacer el pedido de la varilla. Habíamos terminado la jornada bastante noche y hasta entonces recibí el plano del armado en el cual decía que las varillas transversales serían de una pulgada a cada quince centímetros y las longitudinales serían alternadas varillas de media pulgada y de tres cuartos de pulgada también a cada quince centímetros; me fui a la cama con la preocupación de calcular yo mismo las cantidades temprano al día siguiente.

La inquietud me hizo soñar que me levantaba de la cama; apresuradamente busqué un cuaderno y algo para escribir, llevé las cosas al pequeño escritorio y me asomé a ver el cielo nublado, a lo lejos observé algunos relámpagos y con la calculadora en la mano me senté. Durante un rato hice algunos croquis en el cuaderno, fui escribiendo las cantidades parciales de varilla hasta llegar al sencillo resumen total. Para obtener el número de varillas transversales dividí en la calculadora la longitud 12,55 metros entre 0.15 metro que es el espacio entre varillas y obtuve el resultado de 83.6666667. Mitades

Mi resumen fueron 43 varillas enteras de una pulgada, 24 varillas de media pulgada y 24 varillas de tres cuartos de pulgada. En ese momento me desperté recordando los resultados del sueño, no podía creer que la división con los siete dígitos fuera correcta. Tomé la calculadora para dividir 12.55 entre 0.15 y me sorprendí al ver 83.6666667, luego hice el resumen y los resultados coincidían con los del sueño.

El puente allí está, la losa tiene las varillas que calculé en el sueño. No he dejado de sorprenderme que a pesar de nuestra hechura humana nos elevemos al nivel de creadores  de nuestros propios mundos en ese ciclo interminable que no cesará hasta que muramos o que quizá este será el sueño más profundo y sin fin.