Sé Másatl, 39 años. Abogado defensor comunitario de la Mixteca Baja de Oaxaca, una de las regiones con mayores proyectos extractivistas mineros que actualmente vive el acoso sistemático del capital transnacional, y que en su organización comunal y cultura de respeto por la tierra y la naturaleza encuentra su mayor contención; no obstante, las y los defensores y comunicadores comunitarios permanecen en riesgo latente y, paradójicamente, la actual pandemia que obligó al mundo a confinarse, ha significado un momentáneo respiro para la reflexión y la reorganización, más allá de la inmediatez de la sobrevivencia. La corrupción necesita el silencio para triunfar, nos recuerda Másatl, una convicción que necesita ecos, a pesar de la mudez atroz de la comodidad de pensar que la vida se tiene ganada de antemano. Crónica recibida el 01 de julio de 2020.

Mediodía del 23 de junio del año 2020. Hace un par de horas hubo un terremoto de 7.5° y el fin de semana quince personas fueron masacradas de la manera más atroz posible en San Mateo del Mar, Oaxaca. Mientras escribo esta crónica, frente a mi casa pasa una patrulla de la policía municipal, desde la que dos de sus ocupantes sacan la mano en señal de saludo, lo cual forma parte de una presencia constante y de hostigamiento en el que había vivido meses antes de la pandemia en Huajuapan, un pueblo urbano enclavado en la región Ñu savi (Mixteca Baja).

Una historia como tantas

La vida en Oaxaca tiene una sola dirección porque la política determina el futuro de la sociedad, a niveles tan profundos que la negación se presenta como la reacción más natural y lógica. A veces preferimos no enterarnos de algunas situaciones de la vida pública porque el pasado reciente nos confirma que hay asuntos en los que nadie debería meterse. De omisión en omisión hemos llegado a una etapa neo-fascista en la que un día el gobernador puede invitar al turismo extranjero a visitarnos y al otro, puede lavarse las manos de los crímenes atroces que –como el caso de San Mateo del Mar, no sólo contó con alertas previas bien fundadas, sino que los perpetradores fueron legitimados por las instituciones oficiales del Estado que tienen como misión la vigilancia de las elecciones y la protección de la democracia.

La defensa del territorio en contra de las empresas mineras cumple nueve años en la región Ñu savi. Por su parte, los Ikoot masacrados en San Mateo del Mar tenían varios años de resistencia y, más recientemente, anunciaron su oposición al despojo que implica un megaproyecto nuevo en su territorio. Sin este contexto sería imposible discernir sobre la realidad que compartimos con un pueblo tan lejano y diverso, pero la lucha se caracteriza por el enemigo. La guerra es un producto de importación con agentes que la distribuyen y otros que la compran. Las señales de la guerra difusa en Oaxaca son muchas, pero una buena parte de la información que no se alcanza a concebir en las comunidades indígenas es acerca de la identificación del enemigo.

La violencia política aparece como la protagonista nuestra de cada día. La violencia estructural es un sistema bien engrasado con muchos dólares, pero que debe contar con algunas voluntades dispuestas a todo. La clase política de Oaxaca ya vendió su alma en este proceso de colonización interna. En México ya tuvimos un presidente que había sido gerente de la Coca-Cola previamente, y eso debería bastar para dimensionar la cantidad de recursos naturales que están dispuestos a vender o regalar, a cambio de cuántas vidas, en cuántos pueblos, para beneficio propio y el de las corporaciones. Los expresidentes de México han estado asociados con los grandes corredores de las drogas que se venden en todo el mundo y hoy es innegable.

Nochixtlán, 19 de junio de 2016.

No es extraño que la institución organizadora de las elecciones esté aliada con la DEA, tal como lo demuestra el informe que me hizo llegar una exfuncionaria del instituto electoral (el mismo que reconoció la autoridad inicua en San Mateo del Mar), sobre la capacitación que recibió por parte de agentes extranjeros y funcionarios federales el año 2016. El taller impartido en el hotel “Ñu Xhua” giraba alrededor de las “amenazas a la democracia en Oaxaca”. Las radios comunitarias, el sindicato disidente magisterial y los estudiantes normalistas eran los objetivos. Los agentes que dijeron representar a la DEA conminaban a los asistentes a visibilizar a los líderes y comunicadores. Aquel año todo se cumplió. El 19 de junio Nochixtlán fue invadido por un operativo de la policía federal que disparó contra cualquiera: 8 personas muertas y 137 pobladores heridos de bala en la disolución de un bloqueo carretero del sindicato de maestros contra la reforma educativa neoliberal. Una semana después, el 26 de junio, el comunicador Salvador Olmos García era asesinado a manos de la policía municipal de Huajuapan de León. La radio comunitaria de la que participaba, instalada en la escuela para maestros, no tardaría en ser desmantelada.

Una noche ya lejana, otro locutor estaba en el merendero al que acudía con mis compañeros a la salida del trabajo. Su nerviosismo le hacía maldecir el momento en que decidió dejar de fumar y quería mostrarme lo que acababa de encontrar al volver a su casa allanada y revuelta, en un sobre amarillo que contenía una hoja con letras recortadas había un mensaje sobre su trabajo en la radio comunitaria. Era media noche y tenía un boleto en el primer autobús con rumbo a la Ciudad de México en donde buscaría refugio. –Es parte de un plan que va más allá de la política local, le dije. No era ningún consuelo, pero en esos momentos supuse que al menos quedaba el intento de comprender lo que pasaba. No lo he vuelto a ver, aunque sigue vivo.

Me pregunto cuánta falta nos hace un medio de comunicación comunitario que difunda información sobre la pandemia, dedicado tal vez a educar sobre las medidas sanitarias, conectar las necesidades con las soluciones, hacer comunidad sin las exigencias y limitaciones de la radio comercial y sus intereses políticos y comerciales. Ahora es el silencio, cuando no la propagación de rumores lo que campea sobre este pueblo que hasta hace un año tenía un hospital para la mujer inconcluso pero inaugurado un par de veces –verdadero agujero negro de las finanzas, y otro hospital con un área de terapia intensiva sin condiciones para enfrentar la pandemia. La corrupción necesita del silencio para triunfar.

Huajuapan monta una ofrenda el mismo día por los caídos en el ataque policial.

Los tiempos de la pandemia son perfectos

La presencia y la misma existencia del virus parece un asunto de fe o de creencias. A pesar de la incredulidad generalizada, tenemos una nueva dirección a donde dirigir nuestras oraciones y es hacia los centros científicos de Rusia, China o el laboratorio de biotecnología de la Universidad Nacional. El guionista Scott Z. Burns junto al director Steven Soderbergh (Contagio, 2011) tuvieron la previsión de contar la historia de una pandemia global causada por un murciélago. Al parecer llegó la hora de escuchar lo que la ciencia trató de advertir durante veinte años, porque anhelamos una cura ahora que vivimos un presente distópico y definitorio del siglo XXI. Sin embargo, el regreso a la normalidad puede ser un lugar lleno de peligros, cada día puede ser como un cuchillo de obsidiana que tiene muchos filos.

Desde meses antes de la pandemia adquirí algunos hábitos de auto protección, casi de aislamiento. Mi rutina diaria consistía en cubrir una sola ruta de mi casa al trabajo y viceversa. Meses antes de la declaratoria de emergencia sanitaria, yo salía de mi departamento lo estrictamente necesario, hasta que un grupo de colombianos llegó a vivir al departamento contiguo. El distanciamiento social fue algo que aprendí a sobrellevar por seguridad propia y de mis amistades. Durante algunas semanas me reuní con una amiga querida en un café muy céntrico y bastó la primera señal para saber que la amenaza del hostigamiento se cernía sobre ella: un taxi sin placas con dos ocupantes que la siguieron a la cancha de fútbol, donde corría por las mañanas, fue suficiente para saber que el seguimiento se haría extensivo a quienes me rodearan. Ella como otras amistades que me han acompañado en el proceso de defensa del territorio fueron puestas en cuarentena por la violencia pandémica de las mineras canadienses.

Me mudé a un nuevo departamento, debido principalmente a que los colombianos son distribuidores de drogas y representaban, por lo tanto, posibles emisarios de las empresas mineras. Ese mismo día, mientras descargaba unas cajas con libros, el militar que mi equipo de trabajo ha identificado como un asesino a sueldo, pasaba justo frente a mi nuevo hogar con dos de sus escoltas. Por lo que supe de él está en activo dentro de la milicia y su especialidad son las ejecuciones que parecen ‘ajuste de cuentas’ entre delincuentes. Desde ese momento hubo gente apostada en la acera de enfrente, en el banco, en el estacionamiento de al lado, con autos de paramilitares vigilando continuamente. Un amigo que es vendedor callejero nos alertó de haber visto al militar rondando los alrededores, pero también me dijo que huyen de las cámaras de seguridad y que él y otros ambulantes los observaban.

La pandemia vino a significar –paradójicamente— un respiro momentáneo. Por las mañanas los jóvenes que caminan en el cerro pasan de regreso a cuentagotas. El seguimiento policial no ha terminado, pero ahora puedo concentrarme en mis investigaciones, escribir y ponerme en contacto con un exterior igualmente guardado. No obstante, en los tres meses de emergencia sanitaria y cuarentena, otros ocho ambientalistas han sido asesinados en nuestro país. Homero Gómez y Raúl Hernández, defensores de los bosques michoacanos; Paulina Gómez-Palacio Escudero, defensora del territorio sagrado de Wirikuta; Isaac Medardo, abogado defensor de la reserva “Los Venados” en Morelos; Adán Vez Lira, protector de los humedales de Veracruz; Eugui Roy, biólogo asesinado en Los Chimalapas de Oaxaca; el líder y activista rarámuri Antonio Montes Enríquez, asesinado en Creel, Chihuahua; y Juan Zamarripa Torres quien tenía 72 años, asesinado con disparos de AK-47 por hombres que irrumpieron en su casa el 11 de abril por la noche, en el estado de Chihuahua.

Es un recuento ominoso y terrible que corresponde con la entrada en vigor de un nuevo tratado comercial entre México, Canadá y Estados Unidos de Norteamérica. El T-Mec es un instrumento de los intereses neoliberales negociado durante el sexenio pasado, impide al Estado mexicano fomentar políticas públicas para los pueblos indígenas y las áreas naturales protegidas, dejando de lado la soberanía cultural y la protección a las manifestaciones de nuestra multiculturalidad, muchas de ellas en íntima relación con el territorio. Pero los tiempos de la pandemia no dejan lugar a dudas: las comunidades indígenas se han cerrado confiando en su capacidad productiva, su propia organización y autogobierno. Hoy los accesos están vigilados y los filtros sanitarios controlan el ingreso y la salida con horarios muy estrictos. Esto significa un alto a la delincuencia común, el rechazo al extractivismo minero y sobre todo al cultural. En los tiempos de la pandemia, la comunalidad tendrá un viraje hacia las autonomías radicales.

Paisaje sagrado como patrimonio bio cultural de Mesoamérica. En la imagen, el Cerro de la Escalera y el Cerro Encorvado o el origen de los mitos en la cosmogonía mesoamericana.

Siempre fue el Estado

El Estado contra los pueblos indígenas, particularmente contra los que resisten. Empresarios que ofrecen dinero y políticos que siempre estarán dispuestos a escuchar una buena oferta; su voluntad tiene precio, lo que sea por no ser nadie: el antídoto para su intrascendencia es el dinero. En Oaxaca, como en otras regiones indígenas, también prevalece una lucha que de antemano se sabe perdida. Antes de la llegada de los españoles, la Mixteca fue invadida en dos ocasiones por el imperio Azteca, con un ejército formidable de cien mil guerreros. La tercera invasión –cuenta el fraile Durán, el ejército azteca sucumbió ante el poder de un río que terminó arrastrando su empresa sangrienta. Aquel suceso se tomó como un presagio de la perdición en la que se encontraba el emperador y su pueblo, ambos tan decadentes como esplendorosos. Ningún pueblo tan contradictorio como el de México-Tenochtitlan.

El espíritu noble y apacible que gobierna al ser indígena, llevando su benevolencia y mansedumbre a niveles sorprendentes es famoso tristemente. Inclusive en su visita posterior al terremoto sucedido en octubre de 1980 que arrasó con la región Mixteca, el presidente de la república declaraba a la prensa que no comprendía esa tranquilidad tan inmutable del pueblo mixteco que no exigía nada, que callaba y miraba receloso su presencia. Por lo tanto, en la defensa integral del territorio en contra de la minería había que nombrar al enemigo y aclarar qué es lo que quería. Cómo intentaría conseguirlo. A quiénes emplearía y qué palabras dirían. Qué estrategias usarían y desde cuándo se había forjado en alguna oficina de Washington el proyecto extractivista minero en nuestras tierras. La primera reacción que escuché en cada asamblea comunitaria siempre fue la misma, –¿Y nuestra diputada? Preguntaban, –¿Y nuestro líder? ¿Quién nos ayudará? ¿Por qué nadie nos dijo que ya nos habían vendido?

No existe pedagogía colonial de la violencia que supere la primera verdad y es que estamos solos. El poeta Odiseas Elytis escribió que la primera verdad es la muerte, pero en Mesoamérica tenemos una relación diferente con ella. “Vengo a dar información”, “ustedes tendrán que defender su tierra”, “Difundir información es un peligro de muerte y son muchos pueblos.” La clase política debió llevarse una sorpresa aquel domingo 19 de junio del año 2016 cuanto las radios comunitarias de la Mixteca Alta y Baja comenzaron a emitir la voz de alerta. La gendarmería y la policía federal entraron a Nochixtlán muy temprano, había muchos heridos y el hospital era tomado por la policía. Las comunidades indígenas sabían que estábamos concluyendo la tercera fase del proyecto minero, antes de la fase operacional, y miles de personas acudieron a Nochixtlán a reforzar al pueblo bajo ataque.

Posterior a ese día desayunaba con una anciana Ñu savi muy querida, después de participar en la asamblea de su comunidad; y mientras echaba las tortillas sobre el comal ella insistía, ­–Ya fue mucha sangre de sacrificio, recuerdo que dijo, como pensando en voz alta. –¿Qué cree usted que pase si gana López Obrador? Me preguntaba. –Porque vamos a votar por él, ¿o no? Y yo solo atinaba a pensar que, sinceramente, no podía negar el atisbo de esperanza que significaba un cambio de régimen. Aunque le advertí lo que pensaba. Y es que todo se estaba cumpliendo. Después de pensarlo un rato, con sus ojos de curandera me sentenció –Va a tener usted que echar toro fuera de México.

Caminamos entre lobos

Las mujeres de una comunidad nahua se acercaron a mí para contarme lo que acababa de suceder en su pueblo. Su alerta resultó fundamental. La preocupación de aquellas primeras mujeres en advertir la amenaza era evidente, porque unos funcionarios del Servicio Geológico Mexicano (SGM) acababan de presentarse en su pueblo, para exigir con prepotencia que los condujeran al sitio donde está el tipo de mineral como el de las piedras que llevaban de muestra. Corría el año 2011. A partir de entonces en esa y en otras comunidades rechazaron la firma de los permisos de exploración en su territorio. En ocasiones reiteradas han tenido que impedir el paso de cuadrillas de exploración que sin autorización intentan invadir sus montes. Una de aquellas mujeres tomó el mando de su asamblea y otras más la siguen.

Como parte de la estrategia de despojo de los territorios indígenas, el gobierno introdujo una serie de reformas legislativas dentro de la llamada reforma energética del año 2015. Al modificarse la ley minera se modificó el alcance de los permisos que el SGM obligaba a firmar a las autoridades comunitarias. Como en casi todos los pueblos, la estrategia de la empresa minera se volcó en sobornos y dádivas para las autoridades tradicionales, pero nadie aceptó. La representante de Argentum Silver Corp. ha ofrecido computadoras en las escuelas, a cambio de la firma; también han ofrecido medicinas en las clínicas, tinacos de agua para toda la población, incluso la pavimentación de las calles o hasta camionetas para el uso particular de las autoridades, vamos, regalos a cambio de la firma de autorización.

Después de recibir la información en sus respectivas asambleas comunitarias, algunos jóvenes comenzaron a formar parte de un equipo de promotores de los derechos indígenas y ambientales. Uno de ellos estuvo a punto de ser desaparecido a fines del año 2019. La policía municipal llevó a cabo una detención ilegal en su propio centro de trabajo, de donde la misma patrulla lo condujo a los separos; ahí le avisaron que lo llevarían a la vice fiscalía porque ya había sido acusado de algún delito que no precisaron. En las instalaciones de la procuraduría estatal lo introdujeron en una celda y lo mantuvieron incomunicado.

Todo había comenzado cuando una mujer entró al negocio que atendía Gabriel, ésta preguntó por algunos productos y de pronto comenzó a gritar que le habían robado su bolso; entonces, la patrulla que circulaba casualmente en ese momento por la calle se detuvo, entró y lo arrestó inmediatamente. En la instancia de justicia administrativa municipal no registraron su ingreso, el juez menor encargado tampoco realizó el procedimiento de ley, es más, ni siquiera le informaron quién o de qué lo acusaba. Algunos minutos después de su ingreso a los separos municipales, la misma patrulla lo trasladó al edificio de la procuraduría estatal en donde el joven promotor estuvo aislado, incomunicado y temiendo lo peor. Ya habían pasado cerca de cuatro horas de angustia y la noche se acercaba.

A partir de aquí sucedió lo que se puede considerar un milagro, vista la situación que guarda el país, porque una mujer –que no se sabe de dónde sacó su compasión— abrió la puerta de la celda, le hizo un par de preguntas a Gabriel y le prestó su teléfono personal; le informó que ella no sabía nada, pero cualquier cosa que hubiera hecho, le parecía muy raro lo que estaba sucediendo, porque alguien había girado la orden de ser trasladado a la ciudad de Oaxaca para ingresarlo a un penal de alta seguridad. Una familiar de Gabriel tomó la llamada y llamó a la presidenta municipal de Huajuapan porque es su prima. La alcaldesa intentó localizar al detenido, pero en la procuraduría le negaron cualquier información; hubo quien le dijo incluso que ninguna persona con las características de mi compañero promotor se encontraba en su edificio. Cerca de la media noche, después de la presión de la presidenta municipal, pudo salir sin mayores procedimientos legales.

Se dice en todas partes que los extranjeros están aquí, y es verdad, aunque no llegaron ayer. En otra cinta de Soderbergh llamada Haywire (2011), conocida en México como “Agentes secretos”, una ex marine estadounidense trabaja como empleada de seguridad o mercenaria para una empresa contratista alrededor del mundo. El jefe de la empresa es un tal Kenneth (Ewan McGregor) que se contrata para realizar trabajos que los gobiernos no pueden firmar públicamente por ser ilegales. En la Mixteca hemos identificado a un marine estadounidense que trabaja para las empresas mineras con amplia experiencia en medio oriente. Su contacto es una familia poderosa económica y políticamente. Su misión es la desestabilización de la seguridad regional mediante la manipulación de los diferentes grupos delictivos –incluidos los colombianos. Las comunidades están al tanto de esta información. El enemigo tiene rostro y han recibido la visita de este y otros representantes de lo que denominamos guerra difusa.

Ahora es el momento de acudir ante las instituciones de derechos humanos a nivel local e internacional. La coordinación de la resistencia ya no reside en un solo responsable. Los niños que acudían a las asambleas hace 9 años ahora son jóvenes dispuestos a estudiar su propia historia que los libros de texto no contaron y las autoridades saben que la ruta es la autonomía: la principal enseñanza de esta pandemia.


Publicado en www.cronicasdelmundo.org donde se recrean las historias más importantes del acontecer mundial. Gracias Ninett, editora