La forma en que enfrentamos el Covid19 está siendo la equivocada, consideran varios científicos, porque en realidad no es una pandemia sino una sindemia, o sea la suma de varias pandemias, y entre las que se mencionan la obesidad, la malnutrición y el cambio climático; porque una sindemia se desarrolla bajo inequidad sanitaria, causada por la pobreza, el estrés o la violencia estructural y, para dar un enfoque sindémico al Covid19 tendremos que partir de la orientación biomédica de las enfermedades para aislar, estudiar y tratarlas como entidades distintas, separadas de otras e independientes de los contextos sociales.
Por ejemplo, afirma Richard Horton, editor jefe de la revista científica ‘The Lancet’, todas las intervenciones actuales han sido concentradas en cortar las vías de transmisión viral, para controlar la propagación del patógeno, sin embargo, el SARS-CoV-2 interviene con una serie de enfermedades no transmisibles que interactúan en un contexto social y ambiental caracterizado por una profunda desigualdad social. Por eso, en comunidades empobrecidas, aumenta el contagio porque no pueden cumplir con las normas de higiene y distancia social, ha destacado la BBC (https://www.bbc.com/mundo/noticias-54386816).
Así, el Covid19 debería enfrentarse –sugiere– no como pandemia sino como una sindemia, que no es cambio de términos, sino que la crisis de salud que atravesamos deberíamos abordarla desde un marco conceptual más amplio y abrir así camino a soluciones más adecuadas, porque de otra manera estamos atacando los síntomas, pero no las causas de la enfermedad.
En contraste, el filósofo y escritor madrileño Santiago Alva Rico, ha publicado el 4 de enero de 2021 (www.servindi.org) que el problema no es el coronavirus sino un capitalismo sindémico, porque ya no es fácil distinguir entre naturaleza y cultura, ni entre muerte natural y muerte artificial. Refiere al respecto el libro ‘Grandes granjas, grandes gripes’ de Rob Wallace donde describe un modelo de producción cárnica en el que –desde la alimentación de aves y ganado hasta la aglomeración en las granjas–, todo el proceso, no solo facilita, sino que hace inevitable la generación de nuevas cepas virales y su transmisión a los seres humanos.
Alva Rico coincide con Wallace en que el capitalismo ha convertido a la naturaleza misma en un laboratorio vivo, en ebullición patológica permanente, incontrolable, incluso para sus gestores y beneficiarios; así, “los nuevos virus pasan a sociedades humanas muy estratificadas donde las mujeres, las minorías racializadas y las poblaciones urbanas marginadas, más expuestas a contactos de riesgo y víctimas ya de enfermedades no infecciosas o crónicas, terminan sucumbiendo a la epidemia y justificando aislamientos selectivos y discriminaciones adicionales que, en una nueva vuelta de tuerca, agravan sus condiciones sociales y multiplican los riesgos de contagio global”.
No le falta razón a Alva Rico cuando dice que “todos estos factores antropológicos se han conjugado del modo más favorable –es decir, más peligroso– en el contexto de una pandemia sindémica que venía socialmente precedida por la disolución de los vínculos comunitarios y la pérdida de credibilidad de los políticos y las instituciones”.
En este sentido, asegura que el covid fue efectivamente creado en un laboratorio y las vacunas traducen efectivamente ambiciones de dominio porque el poder económico penetra ya todas las esferas del conocimiento y, aún más, del conocimiento aplicado. Hay muchos motivos para desconfiar del origen ‘natural’ del coronavirus y muchos motivos también para desconfiar de esas vacunas desarrolladas a velocidad sideral para contenerlo; pero ninguno de ellos tiene nada que ver con la maldad del gobierno chino o el afán de dominio mundial de Bill Gates. “Ojalá todo fuera tan sencillo y tranquilizador”.
Agrega que quisiéramos creer en los políticos, pero la política está secuestrada por los índices bursátiles, la prima de riesgo y los límites draconianos del déficit público; igualmente quisiéramos creer en los científicos, pero a la ciencia la tienen secuestrada las grandes farmacéuticas.
Así, –dice Alva– acabamos cediendo sin remedio a una de dos tentaciones, o confiamos en el mercado, confundiéndolo con la ciencia, o desconfiamos de la ciencia, confundiéndola con el mercado; sin embargo, la verdadera política nada tiene que ver con la gobernanza neoliberal, ni la verdadera ciencia se agota en las enfermedades ni en los remedios que reconoce y rentabiliza la farmacéutica privada o el ‘sistema médico’ en general.
La cuestión es la siguiente: la producción y distribución de vacunas –cuya existencia debemos celebrar– reproduce el modelo sindémico de la producción y distribución del virus. Es decir: hay presión sobre la comunidad científica desde las farmacéuticas como hay presión sobre los animales y sobre la naturaleza desde las empresas agroalimentarias; y existe desigualdad social –y por lo tanto geográfica– en la distribución de las vacunas como la hay en la distribución e incidencia de la enfermedad. Eso es, en realidad, lo que quiere decir “sindemia”.
El capitalismo sindémico, ha seleccionado siempre y sigue seleccionando qué enfermedades son curables y cuáles no en virtud de criterios puramente económicos, sino que también ha encontrado la más fabulosa oportunidad de negocio en un mercado literalmente global que convierte a 7.600 millones de seres humanos en potenciales clientes de sus productos; porque –como asegura el autor español– “La misma lógica extractiva que se aplica a otros sectores –del petrolero al agroalimentario– se ha aplicado aquí para extraer fondos de los Estados y conocimientos de la comunidad científica”.
Destaca el autor de ‘Capitalismo pandémico’ que la propuesta inicial de India y Sudáfrica para liberar las patentes y suspender cualquier derecho intelectual sobre medicamentos o vacunas –al menos hasta que el 70% de la población mundial estuviera inmunizada– fue rechazada en la OMS por los países europeos, Estados Unidos, Canadá y Brasil. Mientras que el fondo Covax[1], supervisado por la propia Organización Mundial de la Salud y destinado a vacunar a poblaciones de bajos recursos, no ha sido apoyado por Estados Unidos y no recibe más que migajas de los países que acordaron su creación.
El propósito de este artículo y el de mencionar estos temas, es motivar el análisis más allá de lo que nos dicen los medios formales y destacar puntos nodales para formar un criterio y abrevar de otras lecturas; por lo que si le interesa conocer una visión diferente pueda consultar la información directa. La liga es Capitalismo pandémico | ctxt.es. Recomendamos su lectura.
[1] Al respecto puede consultar “La guerra de las vacunas y el liderazgo ausente” https://pepesobrevilla.com/2020/12/27/la-guerra-de-las-vacunas-y-el-liderazgo-ausente/
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