A inicio del mes, Noreste. Net publicó “Este agosto, tres años sin Huberto Batis”[1] y Patricia González, su muy apreciada viuda, pidió a este corresponsal que hiciera la siguiente aclaración al texto, “Muchas gracias que escribiste sobre Huberto en el próximo aniversario de su partida, o sea hoy. Siempre será amado e imprescindible para mí, y quienes lo quisieron, como tú. Muy buen texto. Solo una precisión sobre la Leptospirosis. Un inmunólogo lo trató sobre este padecimiento un tiempo y, pues este doctor realizaba una investigación sobre la posibilidad de que se hiciera crónica esa enfermedad, que es infecciosa, como te contó Huberto. Y después no siguió con él, ya no supimos en qué paró aquella investigación y había polémica entre los demás doctores, que no pensaban que pudiera ser crónica.
Las enfermedades realmente comprobadas de Huberto fueron, primero el cáncer de mama, que superó, y después la fibrosis pulmonar que lo llevó a varias neumonías y que fue de lo que finalmente falleció. Te lo comento pues, aunque Huberto durante un tiempo pensó que tenía Leptospirosis, después de abandonar el tratamiento, por la causa mencionada, ya no se consideró una enfermedad en su vida. En los múltiples análisis que con regularidad le practicaban, ningún médico le dijo que la tuviera. Así que puedes agregar esta información a lo que escribiste para que tus lectores tengan el panorama completo…”
Ya enfermo, el 4 de noviembre de 2015, cuando le hicieron un homenaje en el Palacio de Bellas Artes, el escritor Guillermo Fadanelli dijo que Huberto Batis era “uno de los lectores más acuciosos que existen, por su necedad de encontrar a cada palabra y a cada coma todo significado”. Que era “un lector de mirada puntillosa”, que nos hizo sentir que “la literatura valía la pena de ser vivida, así fueras buen o mal escritor. Para mí, es un hombre inigualable. No creo que se nos vaya a morir”[2].
Desgraciadamente, tres años después, a Fadanelli le falló la predicción y Huberto se nos fue. Siempre tuve la duda acerca de la ortografía de su apellido “Batis” o “Bátiz”, hasta que Patricia González me invitó a que la acompañara a un homenaje en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, la FIL, que fue cuando conocí a Alicia Guadalupe Bátiz Martínez, su hermana, una mujer hermosa quien me platicó que le gustaba jugar con la ortografía de su patronímico. A veces lo escribía de una forma u de otra. Hasta que empezaba a tener problemas para los documentos oficiales, y que –entonces– la buscaba para que le enviara una copia de su acta de nacimiento.
Cuando nos veíamos, una de las charlas más comunes que teníamos era los acontecimientos informativos más recientes; sin embargo, del triunfo en julio de Andrés Manuel López Obrador no llegamos a comentar prácticamente nada porque, además de que ya estaba muy enfermo, su voz era casi inaudible. Sin embargo, el día que Batis falleció el entonces presidente electo declaraba, y los medios cabeceaban como locos “Garantiza AMLO que aumente, en términos reales, el presupuesto destinado a la ciencia y tecnología en México”[3]. Paradoja.
De la entrevista que hicimos a Huberto el querido amigo Jorge Armando Meléndez Preciado y este reportero en su casa de Tlalpan, aquel 10 de febrero 2011, (en Matamoros 172, Tlalpan, Centro), hubo una pregunta que no podíamos dejar de hacerle… y que hoy, diez años después, vale recordar.
– ¿Cómo ve el trabajo de los suplementos de cultura?
– Pues me acabo de enterar con enorme tristeza de la muerte de “Confabulario”, el suplemento cultural de El Universal. Héctor de Mauleón, con quien colaboré en “El Independiente”, y se vino a este periódico, tenía un programa de televisión; incluso, coexistía junto con el suplemento de Milenio que hace José Luis Martínez S., quien integro a su equipo a mucha de mi gente del suplemento Sábado, empezando por la redacción como Julio Aguilar, quien había sido mi jefe de información, y también lo fue de El Independiente.
“De Mauleón era un periodista más general que uno intelectual, entonces, Julio fue su espinazo intelectual, más serio. No dice por qué se acaba. Nada más pone un cuadrito donde señala ‘señores, este es el último número’. Qué, ¿les costaba mucho al Universal el suplemento?”.
“La cultura si vende”, argumentó aquella ocasión Huberto Batis. Los suplementos como el del “unomásuno” en las grandes épocas como cuando lo dirigía Fernando Benítez llegaban a vender 90 mil ejemplares; “50 mil seguros los sábados, en los últimos años cuando yo estuve, ya entre semana se llegaban a vender 10 mil”. La gente, oye las noticias por radio y televisión, la opinión la ve también en medios electrónicos, en las mesas redondas que son tan deprimentes. “Yo prefiero leer la opinión muchísimo mejor escrita que esas disque conversaciones intelectuales o políticas que no son más que “con línea”, como estos señores de Tercer Grado.
Me da tanta tristeza ver a Maerker (Denisse) y al Ciro Gómez Leyva, de Marín (Carlos), no me diga: que es la voz provocativa, y que los está sometiendo con mucho colmillo a los demás. Mucha gente dice “Marín está loco, qué le pasa, porque habla un lenguaje totalmente distinto, a este otro lenguaje tan zalamero tan alineado”. Están en televisa y “dicen que van a mantener una opinión independiente (…) Yo los veo como propagandistas totalmente. Integrados, hablando que López-Dóriga es experto en dictar catedra”.
– La desaparición de Confabulario, ¿Puede ser un choque entre cofradías culturales?
Sí. Yo no le veo nada porque nunca vi que tuviera… lo más que hizo en su “Silla Eléctrica”, fue atacar al Conaculta de Sergio Vela y al Fondo de Cultura de la señora Sáizar (Roxana del Consuelo), con bastante violencia, siento. Con sorna con burla. Pareciera una campaña contra Vela y contra El Fondo. Pero ¿qué interés podría tener el señor Ealy Ortiz en molestar a esas gentes? Era un interés más de la gente de la cultura y más de ellos. A mí qué me va a importar lo que haga la señora Sáizar, en el Fondo de Cultura, si ya acabó con él Miguel De la Madrid hace mucho tiempo…
Entonces, esta señora viene y hace y deshace, y la gente que yo conozco, como Mauricio Montiel, va a dirigir la editorial Joaquín Mortiz, que está metida allí todavía sobreviviendo en el Fondo, porque ni los hijos de Diez Canedo han podido sostenerla y me dice: Mira, es que es inaguantable, no puedo; estuve apenas un mes y tuve que salirme de Fondo de Cultura. Es inaguantable.
El director aquí de la Facultad de Filosofía y Letras, Gonzalo Celorio, invitado por Sarukhan cuando estaba con Fox, lo invitó al Fondo de Cultura a sustituir a De la Madrid, entonces llega Celorio. A nosotros nos pareció monstruoso que dejara la facultad (Filosofía de la UNAM) por el Fondo de Cultura, dijimos en qué cabeza cabe comparar una cosa con otra. Y poco después Sarukhan pelea con Fox y lo sacan de la presidencia y ahí va Celorio para afuera a patadas el mismo día; con una humillación absoluta. Algo que molesta enormemente.
Y cuando llegó Celorio al Fondo sacó a Castañón que era el gerente del FCE desde hacía veintitantos años; había estado allí con los intelectuales que lo manejaron, con la dignidad de la inteligencia, aunque no con el éxito económico que debería de tener y que había sido cuando estuvo Jose Luis Martínez, que había sido Jaime García Terrés, Enrique Gonzáles Pedrero, pero que tenían al Fondo en primerísimo lugar en Latinoamérica como casa editorial.
Es muy triste ver cómo se deshacen cosas que tanto costaron como El Fondo, que lo inventó don Daniel Cosío Villegas y que lo hizo con ayuda de los refugiados españoles y muchos mexicanos ilustres; y que publicaron a Juan Rulfo, a Juan José Arreola y a los Fuentes y a toda aquella gente que fueron los grandes clásicos, y que editaron a Sor Juana, a Juan Ruiz de Alarcón, las obras completas de tanta gente de primera, que sólo El Fondo podía hacer.
Yo trabajé con María Del Carmen Millán en la SEP –contaba Batis en la entrevista– y, en la época de los setentas, inventamos la colección Sepsetentas, Gustavo Sáens, Alí Chumacero y yo. Hacíamos cinco mil ejemplares, pero no había más lectores en toda la república, y nos recomendó un librero que les pusiéramos número porque así los coleccionistas, irían a comprarlos todos los ejemplares y, que los pusiéramos en los puestos de periódicos. Fue un fracaso total.
De pronto, hicimos también un libro de Octavio Paz, “Las caritas sonrientes”, con fotos de la cultura veracruzana, con un texto breve de Paz, muy hermoso y con fotos. Imprimimos 20 mil ejemplares, que por ahí deben estar, embodegados. Eran libros que regalábamos; no sé cuánto costaban, pero eran muy baratos. Así hablaba Huberto Batis a Jorge Meléndez y este reportero.
Hoy, a tres años de su desaparición física, solo por constatar mis dudas acerca de si alguien recordaba al ‘formador de autores’; y únicamente encontré que, hace tres días, Malva Flores (poeta, narradora y ensayista. Sus libros de ensayo más recientes son: “Estrella de dos puntas” y “Octavio Paz y Carlos Fuentes, crónica de una amistad”, publicó en twitter “Algunos han querido fingir que Huberto Batis ni existe ni existió. Le entregaron la Medalla de Oro de Bellas Artes como quien amortaja un cadáver”.
[1] https://noreste.net/jose-sobrevilla-este-agosto-tres-anos-sin-huberto-batis/ consultado el 22 de agosto 2021
[2] https://literatura.inba.gob.mx/2804-conserven-el-arte-y-la-literatura-que-tanto-tiempo-se-han-preservado-en-mexico-huberto-batis.html consultado el 22 de agosto 2021
[3] https://lopezobrador.org.mx/2018/08/22/107567/
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