Dice el artista plástico Julio Carrasco en su “Manual para mirones, El arte de mirar” que, para el niño, las tres variables que conforman el espacio (longitud, superficie y volumen), la percepción del tiempo, son más grandes que las que percibe un adulto; y esa diferencia se refleja en la calidad y cantidad de las visiones oníricas, además de que muchas de ellas pertenecen a la fantasía, en contraposición con la falta o carencia de ella en los adultos. Las visiones infantiles son oníricas sin recursos de interpretación del durmiente; desde luego los niños no escapan a que algunas de sus visiones se vuelvan pesadillas o asociadas a seres imaginarios”[1].
Julio Carrasco Bretón nació en la Ciudad de México en 1950, y cursó la carrera de Ingeniería Química en la UNAM, recibiéndose con Mención Honorífica en 1975. También estudió en la escuela de pintura de San Carlos de 1970 a 1973, siendo alumno del Arquitecto Don Lino Picaseño y Cuevas, legendario maestro Pintor quien había estudiado en la Escuela de Artes y Oficios y después en la Nacional de Bellas Artes, llegando a ser profesor de Dibujo Ornamental de la Escuela Nacional de Bellas Artes y, durante el gobierno de Venustiano Carranza, el 20 de abril de 1917 fue nombrado Bibliotecario de la misma institución, cargo que desempeñó hasta 1977.
Entrevistado hasta su casa en Bretaña, Francia, vía Zoom, Julio Carrasco Bretón comentó que el libro mencionado ya había sido presentado en el Centro Cultural de México de Paris, y que el próximo año 2022, en los primeros días o meses, espera presentarlo en el Palacio de Bellas Artes, La Universidad Autónoma Metropolitana y otras universidades, el Club de Periodistas de México, entre otros centros como el Salón de la Plástica, lugar del cual ha sido miembro por muchos años.
– ¿Por qué un “Manual para mirones”?
– Muchas veces la gente entra a una galería y he observado el tiempo; más bien cuantificado, que las personas para ver una pintura, o cualquier objeto artístico, utilizan menos de tres a cinco minutos, por lo que puedo concluir que no existe una metodología en la concentración para ver y apreciar una obra de arte. Eso entre otros aspectos, me llevó a pensar como artista y habiendo leído a otros autores, a escribir un libro en función de mi trabajo como artista no como crítico; fue por ello que realicé este ensayo.
– ¿Ver o mirar el arte?
– Le puse “Manual para mirones” porque siento que es importante ser “mirón”. Es decir, una cosa es ‘ver’ y otra ‘mirar’. Para mí ‘ver’ es registrar muchas cosas en el subconsciente, y ‘mirar’ ya implica la presencia de la consciencia; de un registro más nítido, más claro, más permanente. Además de eso yo mismo me planteé el hecho de no realizar un ensayo solamente para que la gente reflexione en cómo ver una obra de arte. O sea, aprender a ser más estéticos, porque una cosa que he visto no solo en el país, hay a veces falta de gusto; es decir, no hay un desarrollo estético al interior por ejemplo de alguna de las casas. De ello nació la necesidad de analizar los sentidos, dando preponderancia al de la vista.
El que los humanos tengamos dos ojos lo relacioné con el concepto de la elipse, porque al final de cuentas, nuestro campo de acción visual es como una elipse que es el límite de la capacidad en la visión nuestra. Señaló el ejemplo del camaleón que es capaz de mover el ojo para poder ver más allá de 180 grados.
“Muchas obras de arte –desarrolla en su libro–, sobre todo pinturas, son la consecuencia de la visión del artista, de la mirada puesta al interior de sus sueños; muchas pinturas son el parto de una ensoñación, la resultante de una visión en la imaginación en estado de vigilia. En otro contexto puede suceder de manera parecida; como es el caso del alemán Leonhard Euler, gran matemático, autor de 36 ensayos incluyendo el famoso teorema que lleva su nombre. Algunos de sus trabajos los realizó luego de perder la vista; sin embargo, gracias a que se imaginaba las fórmulas, ecuaciones, procesos de deducción, cálculos, pudo legar un amplio y profundo conocimiento de las ciencias matemáticas”.
– ¿Para quién está escrito este libro?
Cuando escribí el libro fue lo que planteé: ¿va a ser de corte universitario, escolar? Finalmente opté por buscar el punto de equilibrio donde la redacción, la sintaxis, y la manera de presentar las cosas sea ad hoc de manera horizontal; es decir, que genere la inquietud tanto en un joven que va a entrar a una escuela de arte, como en un maestro en una escuela también de arte, como a alguna persona que no se encuentra ligada al mundo artístico, pero que quiere saber algo más sobre el tema.
Agregó que siempre ha estado abierto a observar las coincidencias, diferencias y convergencias arquitectónicas y, respecto a la CDMX –por ejemplo–, ciudades de provincia de nuestros 32 Estados, o de otros países. Como ejemplo, dijo, “tú puedes ver en Italia la huella de Mussolini; o en México ves el monumento a la madre que está en la calle de Sullivan, si tuviera que hacer una relación con un político, lo ligaría con el rostro de Plutarco Elías Calles”.
“La mayoría de las arquitecturas de los viejos países socialistas es espantosa; es más funcional, no hay estética, o al revés, lo que se llevó a cabo en moda del estilo barroco, entonces, sí hay una carga ideológica”.
En algún capítulo hablo de que la casa, el hogar, es reflejo de la personalidad de quien la habita. Por ejemplo, hay casas en las que no encuentras un solo libro, y en cambio hay muchos aparatos electrodomésticos; o al revés, casos donde hay un caos, un desorden, mismo que puede ser acorde a la psique de sus habitantes.
– Podemos hablar de ¿voyerismo cultural?
– Como artista los pintores, los escultores, los fotógrafos clavarían los ojos, tenemos una inclinación a mirar al cuerpo humano. A veces, mi ex pareja me decía “Por qué te quedas viendo a las mujeres y a los hombres, a los niños, a los animales”; por eso en este ensayo hablo de la capacidad de apreciar las 115 tonalidades o más; como por ejemplo los músicos, y los compositores tienen una capacidad para distinguir los sonidos y su proveniencia a partir de los objetos que generan esas ondas sonoras. Bueno, pues los pintores también tenemos esa capacidad.
Otro capitulo lo refiero a que, en las escuelas, actualmente hay cosas que ya no se enseñan y que eran muy valiosas y se han ido perdiendo. Por ejemplo, la manera de mover la mano simplemente con un lápiz; es decir, yo a veces he observado a algunos pintores –sin decir nombres– que no toman adecuadamente el pincel, y lo toman como si estuvieran escribiendo. Y un pincel no se toma así, al menos que sea un detalle muy pequeño. Pero los movimientos de la mano te permiten dar efectos, yo diría, físicos y a veces físico-químicos, porque la manera en que tú tocas e involucras un color otro y lo plasmas, lo untas, lo adhieres a la superficie de un lienzo, depende del movimiento, y en lo mío es un crayón.
– En el paso del tiempo, ¿Cómo ha variado la forma de apreciar el arte?
El artista, al transformar el objeto, el lienzo, permear una idea, ya sea de su imaginación directa o indirectamente de lo que percibe de la realidad, él se va a transformar. Si tomamos por ejemplo a los pintores del Siglo XVII –por decir algo–, se tardaban un año para hacer un cuadro, y con el valor de un cuadro tenían el dinero para comprarse un chambergo (sombrero blando de copa), una capa, cubrir el costo de un hostal y comprarse unas botas, por decir algo, y algunas monedas de oro o plata, pero les llevaba un año. Era otro concepto.
No existía entonces la fotografía, se dice de alguna manera, que su aparición tiene una relación muy estrecha con el surgimiento de la corriente impresionista; porque cuando nació decían que ya no iba a haber demanda de cuadros realizados por pintores, sobre todo retratos, etcétera. Cosa que sí sucedió al principio…
Para redondear tu pregunta, hay una evolución en el arte. Todavía hay gente que piensa que el top del arte es llegar a hacer una obra como las que se hicieron en aquel Siglo, como de Velázquez; pues no, porque el arte empezó con la naturaleza –como decía Leonardo Da Vinci–; es decir, el punto cero es copiar la naturaleza, entenderla, observarla, pero a partir de ello desarrollar tu propia imaginación.
Claro que estos momentos hay una gran crisis del arte porque hay mucho “gatopardismo”, y el arte se encuentra secuestrado por las autopistas del mercado del arte, como lo digo en uno de los capítulos.
[1] Julio Carrasco Bretón, “Manual para mirones, El arte de mirar”, Editorial Cenzontle.
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