Lo conocían como ‘El Tlamatini’, en voz náhuatl el sabio, el que conoce cosas; y por ello la exposición-homenaje al Dr. Miguel León Portilla que realiza en Francia el muralista y pintor de caballete Julio Carrasco Bretón lleva ese nombre: ‘El Tlamatini’. La sede, el Instituto Cultural de México en París, Francia, ubicado en el tradicionalísimo barrio cultural ‘Le Marais’ (119 rue Vieille du Temple, 75003), y que estará abierta al público del 5 al 29 de septiembre 2023. Antes, el 4 de septiembre, se presentará en un coctel privado y al siguiente día será abierto a todos los visitantes.
Se trata de una exposición que el artista mexicano había venido preparando desde hace más de dos años; incluso antes de su reciente mural Am Yisrael chai (También Israel está presente) que se encuentra ubicado en el aeropuerto internacional Ben Gurión, en Tel Aviv; en el que se reflejan los cuatro mil años de historia del judaísmo, y celebra el 75 aniversario de la instalación del Estado de Israel, así como los 102 años del muralismo mexicano.
“Cuando me enteré de este homenaje a mi padre, inmediatamente busqué el contacto con un periodista de Excélsior (Juan Carlos Talavera), para hablar con el artista, conocer de la exposición y agradecerle”, señaló a este reportero María Luisa León Portilla, hija del aclamado historiador y filósofo, autor de ‘La Visión de los vencidos’.
El propósito de este trabajo, aseguró en entrevista Julio Carrasco, es difundir la imagen y obra tan valiosa y prolífica del Dr. Miguel León Portilla y fortalecer nuestra identidad, tan necesaria en estos tiempos; para ello, busqué de alguna forma conciliar la expresión plástica contemporánea con la semiótica en la morfología de las expresiones de las diversas etnias, culturas ancestrales mesoamericanas, particularmente la de México, que el maestro estudió durante 70 años.
Sobra decir que León Portilla fue un tenaz defensor de la autonomía de gente indígena; y el apodo de ‘Tlamatini’ le fue adjudicado por el historiador y filólogo, también mexicano, Ángel María Garibay, ya que supo revelar, a través de un acercamiento personal y profundo a los textos, el pensamiento de los antiguos mexicanos, sentando así las bases de su patrimonio cultural en el mundo contemporáneo.https://www.youtube.com/watch?v=K1oRfu5MSAE
La exposición inicia, difundió la Secretaría de Relaciones Exteriores, SRE, la Embajada de México en Francia y el Instituto, con un mural inspirado en Comcaac, un pequeño pueblo de la comunidad Seri del estado de Sonora; éste es creado sobre un lienzo fijado a pared: un performans donde el artista interactuará el mural a la vista de la gente los días 1 y 2 de septiembre; esto en el marco del Festival Les Traversées del Marais. Se trata de una obra de más de dos metros por casi cuatro metros de largo y que va a ser parte de la exposición para conciliar con la museografía de los cuadros inspirados en el trabajo de Miguel León Portilla.
En el homenaje al también autor de ‘El reverso de la conquista’ (1964) y que Julio Carrasco preparó, consta de una serie de 24 pinturas sobre caballete, grabados y dibujos de diferentes formatos, destacando el panteón mesoamericano, donde el artista convoca a deidades emblemáticas de culturas antiguas como la Toltecas, Mayas o Aztecas. “Las figuras representadas suelen estar fragmentadas o sintetizadas geométricamente, mientras que los colores utilizados reflejan las emociones de cada personaje, como es el caso de Quetzalcóatl, Coyolxauxqui, Huitzilopochtli o Chalchiuhtlicue”, señala el boletín de prensa.
En video-entrevista desde Paris, Carrasco Bretón reveló que, para esta exposición tomó alguno de sus pensamientos en función de nuestras deidades “y a partir de ahí empecé a realizar una colección de pinturas inspirado en la obra que nos dejó. Porque él fue quien siguió con la estafeta, la antorcha, que iluminó el pensamiento de la filosofía mesoamericana que hizo el filólogo Ángel María Garibay, y que él continúa demostrando que había una filología náhuatl”.
“Para mí fue un reto realizar este homenaje porque fue buscar la conjugación entre el pasado con expresión moderna, buscando que haya una propuesta plástica. No se trata de hacer una copia de las deidades, ya sean aztecas, olmecas o mayas. Por ejemplo, coloco una obra con tapitas de plástico, de botellas que recolecté en varias ciudades y las tenía guardadas, e hice una obra que se llama Ah Puch que es una de las cuatro deidades en los pilares de la pirámide de Chichen Itzá, o bien le puse color a la estela del Rey Pakal…
“Es importante que, del universo de 130 millones de mexicanos, yo me pregunto cuántos saben de la existencia del Dr. Miguel León Portilla, más allá de los círculos universitarios, estudiosos o de gente ligada a alguna de las disciplinas de antropología, arqueología, historia. Él fue un gran historiador, y en su haber hay más de cien aportaciones entre libros de ensayos que sumaron 70 años de trabajo”.
– ¿Cómo vivió los últimos días de su señor padre antes de su ingreso al hospital? Preguntamos a María Luisa, hija única del Dr. Miguel León Portilla.
Con admiración y sorpresa, porque a pesar de sus 92 años, él siempre decía que tenía muchas cosas que hacer. Trabajaba todos los días varias horas, y me llamaba la atención que, a pesar de su edad, se acordara de todo y que quisiera seguir trabajando, haciendo investigaciones. Y es que se dice fácil: 92 años, pero no lo es; él decía que quería llegar a los cien, porque tenía muchas cosas pendientes por concluir. De hecho, tuvo varios problemas de neumonía, y de todos salía bien, pero del último ya no. Estuvo varias veces en el hospital y siempre lo lograban levantar.
– ¿Recuerda alguno de los amigos que más lo frecuentaban?
Sí había gente que lo frecuentaban mucho. Por ejemplo, su alumno más cercano, el Dr. Patrick Johansson, aunque en los últimos tiempos la mayoría de sus amigos ya habían muerto. La mayoría de la gente vive menos de 90 años. Mi papá también tenía un amigo muy cercano que no era académico, era ingeniero civil, y con él se veía todos los sábados que venía a comer a nuestra casa. Por 60 años fue el más cercano de todos y era un poco más joven. De hecho, sigue vivo y para él fue también muy dura su muerte.
A él es a quien recuerdo, pero por la casa de mis padres circulaba medio México. Era una locura a veces, porque llegaba todo tipo de personas que querían ofrecerle regalos, pedirle algo… había de todo. Esa casa se volvió una danza porque antes el recibía en su cubículo de la UNAM, pero cuando ya no quería ir hasta allá, porque se sentía cansado, entonces los recibía acá. Era simpático ver a tanta gente y a él le gustaba, querían platicar con él, tomarse una foto, ofrecerle algún obsequio, y a todos los recibía.
– ¿Qué recuerdo tiene de su padre que lo hace inolvidable?
Obviamente hay muchas cosas, pero digamos que, a nivel personal, la ética con la que procedió siempre en su vida privada y pública. Era una persona muy estricta en sus valores. De ellos no se movía ni un ápice. Eso me impresionó muchísimo. Y luego a partir de su vida profesional la cantidad de horas que necesitara su investigación, todo lo hacía con muchísimo rigor, y lo revisaba como 15 o 16 veces sus trabajos. Tenía que dedicarle muchísimo tiempo y se enojaba cuando las otras personas, digamos como yo, hacíamos las cosas un poco ‘al ái se va’, eso le molestaba mucho.
Me decía que no se podían hacer las cosas como jugando, hablando por teléfono, todo requería mucha concentración y una vez terminado mi trabajo revisarlo muchas veces.
SOBRE LA VISIÓN DE LOS VENCIDOS
Historiadora también, por la UNAM, María Luisa nos reveló que, sobre ‘La Visión de los vencidos’ fue una manera nueva de abordar la historia y de conceptuarla, porque mientras ésta siempre la escribían los vencedores no podía ser una historia completa. Para que las personas podamos conocer por completo la historia universal se necesitan dos visiones por lo menos de cada suceso histórico.
Y digo por lo menos porque en un escrito siempre va a estar reflejada también la propia perspectiva del escritor. Eso es inevitable puesto que nuestras mentes tienden a seleccionar situaciones o tomar posiciones, por eso digo que lo ideal sería tener más visiones, pero por lo menos la del vencedor y del vencido.
De otra manera la historia no sería completa y, a mi modo de ver no sería universal. Claro que es muy difícil que, en los sucesos históricos de a veces miles o cientos de años, a veces no podamos conocer la historia completa de los vencidos porque a veces casi siempre la escribían los vencedores, no los vencidos. Por ejemplo, la historia de Julio César, en la guerra de Las Galias, la escribe él, que fue el vencedor, pero no teníamos la otra versión de los galos.
– ¿Un mensaje a los visitantes de esta exposición-homenaje a su señor padre?
Primero que ojalá disfruten la exposición, porque el arte, antes que nada, es arte. También que se detengan a leer las cédulas que escribe el maestro Bretón, para que puedan completar el pensamiento de mi papá y la obra de arte del maestro. Porque son dos cosas que se complementan mutuamente. Mi padre me decía que el arte siempre era una abstracción del tiempo histórico y del pensamiento. Que no podía ser algo que surgiera de la nada. Por eso cada ápoca histórica tiene su propia manifestación del arte.
Yo pienso que los visitantes de la exposición deben centrarse en la parte escrita y en la obra como tal, para que puedan alcanzar a comprender toda la dimensión de la exposición. Porque es un trabajo que la verdad le ha llevado mucho esfuerzo al maestro Carrasco Bretón, y espero que lo puedan comprender al cien por ciento.
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