Sin duda, el periodismo tiene ya tiempo que no está en su mejor momento y, justo cuando el 29 de mayo de 2006 el gran Ryszard Kapuscinski dio su última entrevista televisiva para El Mundo TV, respecto a esta crisis periodística, le dijo al columnista Miguel Toral, que, “para ser periodista hay que ser buena persona…”, y es una verdad que retumba entre los famosos comunicadores… sin embargo, este reportero, parodiando al periodista, escritor, ensayista y poeta polaco, diría además que, para ser un buen escultor, sensible al arte, a la vida, a las personas, no hay que parecer, sino ser también una buena persona; de otra forma el arte y su visión se deformarían por sí mismas.

Hace decirlo un viaje de CDMX a Jiutepec, Morelos, este 15 de septiembre (2023) con el escultor Jorge Ismael Rodríguez, donde iríamos a conocer dónde selecciona y moldea las piezas para sus esculturas de obsidiana; ello con motivo de su próxima exhibición “Breathing” (aliento), curada por Mirna Calzada y la propia Ana Tejeda, en la cual Jorge Ismael participa con su querido colega Ryuichi Yahagy en la Galería Ana Tejeda (Colima 75-PA, Roma Norte, Alcaldía Cuauhtémoc, 06700, CDMX). Durante ese recorrido vivimos y convivimos la experiencia más íntima de su arte, en su lugar favorito, primero en Tres Marías, frente a una botella de vino, jamón y camarones; y segundo, frente a la piedra bruta, la cual, con la guía de sus manos, poco a poco se iba convirtiendo en una hermosa escultura de obsidiana.  

Originaria de Culiacán, Sinaloa, Ana Lucía Tejeda nació con el arte en sus venas, y su trayectoria la ha llevado a conformar su propia galería donde este 21 de septiembre Jorge Ismael y su gran brother, compañero de muchas aventuras escultóricas, Ryuichi Yahagy, inaugurarán “Breathing”, una exposición que será un aliento, un respiro, en un momento de vivencias políticamente convulsas y donde el arte pareciera agazaparse en espera de mejores momentos. Ahí, el artista japonés avecindado en México, expondrá esculturas en mármol y piedra; y donde Jorge Ismael lo hará con algunas piezas labradas en obsidiana.

– Jorge Ismael, ¿desde cuándo estás trabajando piezas de obsidiana?

Yo creo que como unos 25 años.

– ¿Qué te motivó a esculpir con este material?

Yo creo que desde lo atávico; porque antes de que nuestra ciudad, nuestro país se comunicara en la lengua que usamos, la obsidiana ya era un elemento de intercambio, con ella hacían las herramientas para desbastar, cortar. Muchas veces dicen ‘cuchillo de pedernal’ para cortar el pecho, sin embargo, también utilizaban obsidianas; incluso hacían cirugía con esta piedra.

Es algo que tiene muchos valores atávicos, además de ser el símbolo de Tezcatlipoca, ‘el que todo lo sabe y todo lo ve’, uno de los cuatro dioses más importantes y poderosos del antiguo México, el dios del espejo humeante. Entonces, toda esa carga me resultó atractiva y, después, cuando empecé a tocarla, transformarla y ver potencializarse lo que yo me imaginaba; o sea, la obsidiana tenía su propio carácter y crecía y crecía y crecía… y crecíamos juntos. ¡Me emocioné! Eso fue lo que me hizo pensar en que podía ser uno más de los elementos que utilizo para expresarme.

¿Qué riesgos implica el trabajo de la obsidiana?

La obsidiana es un vidrio, por tanto, la forma de trabajarla es desbastando; trabajo que hacemos hoy con máquinas; inicialmente se utilizaron discos de diamante de distintos diámetros. Después esmeriles de disímiles granos. Posteriormente lijas de diferentes calibres y al final polvos. Y cada vez que utilizabas una de estas herramientas, le ibas quitando algo a esta obsidiana y lo que va cayendo es vidrio; primero en trozos, después pedacitos, luego esquirla y llega el momento en que, lo que sale es polvo, como talco, que flota en el ambiente.

Entonces lo respiras y son navajas microscópicas que se van clavando en donde llegan. Entonces, es un material muy delicado para ser trabajado, peligroso, realmente peligroso. Pero bueno, también tenemos la ventaja de que en esta tierra y en este tiempo, existen ya equipos de seguridad suficientemente buenos. Normalmente uso una máscara con dos filtros.

– El proceso de labrar una pieza de obsidiana requiere de mucho tiempo, supongo, y de cuantioso trabajo ¿podrías platicarnos de ello?

Si, bueno para hacer una escultura tiene uno, dos posibilidades básicas… (debe haber muchísimas más), pero son dos primordiales: una llegar con una idea y utilizar un material -el que quieras- para que se convierta en la idea que tú tienes en la cabeza. Entonces trazas, cortas, mides y vas llevándolo a la forma deseada. En muchas ocasiones yo uso ese camino. Y en otros momentos, en especial con la obsidiana, lo que hago es dialogar con ella. Tomo un bloque, un pedazo que fue extraído de la tierra, que trae pedazos rojos de óxido, algunos rotos, trae golpes y bla bla bla. Entonces, empiezo por platicar con ella.

Ella viene de una vida en el fondo de la tierra y tal vez tuvo un traslado a lo mejor muy rudo. Y cuando llega al taller, a mis manos, ya tiene una historia que contarse. Entonces… Ahora que tenemos una relación muy simbiótica… empiezo a dialogar con ella, a quitar lo que le sobra, e ir viendo qué es lo que le gusta que explique con su cuerpo.

– Hasta ahora, ¿cuántas exposiciones has hecho de obsidiana?

No tengo la cifra exacta, pero son, creo más de diez, individuales… bueno esta es como si fueran dos individuales, pero tal cual como de obsidiana esta va a ser la cuarta o quinta tal vez. La intención de la exposición será poner mi trabajo en diálogo con la obra de Ryuichi Yahagy.

“No es normal que se hagan exposiciones de escultura; lo estándar es que sean de pintura, que son fáciles de mover, la gente se las puede llevar sin problemas. No tienen que hacer un esfuerzo físico para moverlas de un lado a otro. Aquí la pieza más chica debe pesar unos 15 o 18 kilos. La más grande 250 o más. Entonces, es un juego interesante que me parece audaz e inteligente de parte de la Galería, porque está tomando un espacio no ocupado por mucha gente y los visitantes van a poder ver sin distracciones el poder de la tridimensionalidad; o sea, van a estar en un espacio en donde lo que hay es lo que está”.

– Después de esta exposición, ¿qué otras cosas tienes en mente?

Para finales de año estoy preparando para el Museo de Arte de Querétaro, una exposición, que va a estar en la parte exterior del edificio, que también es una cuestión que me interesa muchísimo porque es un espacio del siglo XVII, supongo; fue un espacio conventual con una arquitectura bien interesante. Entonces… poner las esculturas en obsidiana que para mí representan lo prehispánico; es como llevar, que en algún momento se pusieron, los templos católicos sobre los templos prehispánicos; por lo que poner obsidianas sobre este templo me parece un acto de reivindicación interesante.

Claro, el acto de reivindicación es de un mestizo, porque a final de cuentas soy parte de ambas culturas, producto ellas, y me imagino los reflejos que se van a ver en las obsidianas, esa hermosa arquitectura transformada por las formas de la obsidiana en otras grafías, en unas más mágicas.

– Por el momento ¿No has considerado la posibilidad de trabajar otro material que no sea la obsidiana?

Fíjate que estoy muy cómodo y además con prisa. De repente siento que me falta mucho por hacer en la obsidiana. Tanto que todavía sigo encontrándome otra, una nueva posibilidad cada vez que estoy labrando una obsidiana; entonces no se me ha agotado ese camino. Por el momento no tengo otro material. Sí tengo ganas y también ya algunos bocetos de mezclar a otros materiales, de dejarla acompañarse por otras materias… Estoy pensando en material de origen volcánico.

– El trabajo de la escultura en el mundo, ¿cómo se ubica… tiene espacios, no los tiene, faltan?

Fíjate que ahorita es un momento bien interesante y muy bueno. Después de la pandemia creo que mucha gente salió con apetito y a la mejor pensando en que la vida se puede acabar. Siento como que ya no estamos siendo tan ahorradores, sino más consumidores. He visto mucha escultura, acabo de regresar de Londres, Madrid y Nueva York. En los últimos tres o cuatro meses he estado en tres ciudades importantes y en todas hay escultura grande en la calle.

La gente va y se saca la foto; o sea, hay un gusto de nuevo por eso de encontrarte con objetos de arte. Y si bien estamos… pasando la época en que la obra pública era la estatuaria, ahora la nueva talla ya no va a estar vinculada a los héroes y a los santos, sino cubriendo la necesidad estética y de gozo de las personas, y eso me parece extraordinario.

Para Jorge Ismael Rodríguez, lo importante es que la gente consuma arte con los ojos y si les alcanza para consumirlo con las manos, que compren, disfruten y abracen, que son algunas de las cosas que se pueden hacer con las esculturas y no con los cuadros; esto es, hacerlos tuyos hasta el grado de lo físico, integrarlos a tu vida hasta con el tacto.

 En el caso de la obsidiana, los que creen, dicen que limpia “es una piedra, un cristal, que toma lo malo… cuando tú estás cerca de una obsidiana, en tu espacio, va recogiendo todo lo malo. Lo toma, no lo dispersa, y te va limpiando las energías negativas.

Reveló la anécdota de que, cuando empezó a trabajar con la obsidiana se cansaba mucho; se mentalizó a permanecer cansado por las jornadas de ocho a diez horas que dedicaba a este trabajo; sin embargo, un amigo suyo, conocedor de estos asuntos, le decía que era porque se estaba curando. ¿Curando? Le preguntó. Sí, le respondió; porque te está quitando todo lo malo. “El odio, el enojo, el miedo y todo eso que estaba en ti, pues se había armonizado en tu cuerpo y estaba haciendo de ti ese ser medio inseguro y torpe, pero con el que ya estabas muy acostumbrado a vivir”, le dijo. Después se dio cuenta que sí le estaba alejando muchos de sus miedos. (Ver video-entrevista)