- El futuro de la prensa en México, un análisis del periodista Salvador García Soto

Por José Sobrevilla, Premio Nacional de Periodismo 2023
Fue la tarde del viernes 24 de enero del 2025 cuando el periodista de El Universal Salvador García Soto, autor de la columna ‘Serpientes y Escaleras’ dialogó con el Grupo de Reflexión Humanista y Política, Grhupo, que coordina el profesor Genaro Rodríguez Navarrete, y donde el también conductor de su propio espacio en El Heraldo Radio, disertó sobre el periodismo actual y su futuro, tema que sin duda domina. La cita fue en el Salón Atenas del Hotel Corintio (Ignacio Vallarta número 24, colonia Tabacalera, alcaldía Cuauhtémoc. 06030 CDMX) convocado por el también periodista y catedrático Raúl Fraga Juárez.
De inicio, el columnista jalisciense reconoció que en estos últimos siete años se ha consolidado el activismo en el periodismo en mexicano, aunque desde antes de la llegada de Andrés Manuel López Obrador ya se venía haciendo y que bien podría describirse como un ‘activismo político hecho desde la trinchera de los medios de comunicación’, pero que aun así han prevalecido muchas publicaciones críticas.
En el ejercicio periodístico, tanto en la práctica como en la academia, nos han enseñado siempre que debemos buscar la objetividad, aunque muchos dicen que es un ideal o una falacia porque al final somos sujetos y como tales, tenemos una opinión subjetiva que, quieras o no, queda plasmada en nuestro trabajo, afirmó García Soto; no obstante, tras reconocer que muchos periodistas abrazan una causa y que, a partir de ella, tienen un discurso político y otro periodístico que se suma a la narrativa oficial y terminan finalmente por no cuestionarla.
“Creo que, en el periodismo, digamos histórico, y el periodismo como oficio, lo que marcan los cánones es tratar de mantenerte siempre en una línea en la que no tomes partido abierto por ninguna de las informaciones que publiques; que tengas siempre la ubicación en un punto neutro de la noticia, Eso es lo que creo definiría al periodismo como actividad, el no involucrarte, afirmó el comunicador.
Pero, hablando de las definiciones, la Real Academia de la Lengua Española, RAE, delimita el activismo como la ‘tendencia a actuar, transmitir y comunicar de forma dinámica una línea de acción ideológica, política, de pensamiento o religiosa en la vida pública. También se refiere a la acción social, afinidad y el proselitismo que se realiza en público’.
El periodismo, en cambio, lo define como ‘actividad profesional, que consiste en la obtención, tratamiento, interpretación y difusión de información veraz, corroborada y de manejo ético. El objetivo del periodismo es informar a la sociedad para que pueda tomar las mejores decisiones en comunidad sin intervenir en las mismas con la manipulación de información’.
Para mí, en esta última frase −continuó García Soto− está resumido lo que trato de explicar de hasta dónde está la línea entre el periodismo profesional y el activismo político o el periodismo militante, que yo prefiero llamarlo periodismo militante, porque en realidad es eso.
Lo que dice la Fundación Gabo (anteriormente conocida como FNPI, Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano) sobre los manuales de estilo, rechazan la posibilidad de que los periodistas combinen sus actividades profesionales con activismos políticos; o sea, establecen que no es compatible una cosa con otra. No es periodismo político, religioso o social si fundan sus formas respecto a la convicción de que tanto el medio como el periodista debe concentrar su actividad en la consecución y entrega de una información completa que deje en el receptor suficientes elementos de conocimiento y de motivación para actuar frente a los hechos.
La actividad proselitista o de propaganda, en cambio de fines, corresponde a los políticos y a los activistas, pero no al periodista. Las razones son porque lo suyo es la información y no la propaganda. Al periodista no le compete el activismo o la militancia, porque lo suyo es la información y no la propaganda sobre derechos humanos.
El fenómeno del periodismo militante no es exclusivo de México, se da en todas las democracias actuales, en todos los países. En las dictaduras que hoy conocemos, claramente hay un periodismo que acompaña al régimen y que tiene ciertos órganos. Ahí está el caso cubano con el diario Granma, periódico oficial del gobierno. En Venezuela hay también ejemplos claros de periódicos que se terminaron alineando o estaciones de radio o televisión; y los que no lo hicieron desaparecieron por no someterse a esa línea.
Ahora, en las democracias se da un fenómeno interesante, por ejemplo, en la democracia más acabada, junto con los países nórdicos que es quizás la de Estados Unidos. Esta democracia ha generado también este fenómeno, aunque no tan abierto, más bien un poco velado, pero bastante claro. Todos ubicamos que en Estados Unidos hay dos bandos, a partir de los partidos que gobiernan: los liberales, que son entre comillas los demócratas, que a veces también suelen ser bastante conservadores, o los republicanos, que es más la derecha empresarial estadounidense, ligada a una serie de causas.
Y las dos tienen su cadena, o diario que les dan un tratamiento mejor: El New York Times o el Washington Post, en el caso de los demócratas, las cadenas Fox News, que es claramente de tendencia republicana, y CNN que es claramente demócrata, y las otras que se van combinando, pero digamos, las cadenas o los medios tratan de mantener todavía una línea de objetividad dentro de su coincidencia política.
En México yo ubico mucho este fenómeno de periodismo abiertamente militante −continúa García Soto− a partir del fenómeno de López Obrador. En 2006, cuando empieza su crecimiento político a partir de su gobierno en la Ciudad de México, empiezan a acercarse a él una serie de periodistas. Algunos siguieron ahí, otros ya no; por ejemplo, yo vi mucho el fenómeno de Carmen Aristegui como una periodista muy respetada y con un noticiero muy escuchado que empieza a acompañar un poco el movimiento de López Obrador. Sin militar activamente sí tenía una tendencia a abrirle espacios, a darle cierta o mucha más credibilidad al discurso de López Obrador.
Yo creo que Carmen nunca transgredió totalmente la línea, pero hacia afuera, muchos nos dimos cuenta que sí era una periodista que había tomado un cierto partido por un movimiento. Y eso cambia a raíz de que llega López Obrador a la presidencia, y otra vez se convierte en crítica, en enemiga. Le pasa a muchos medios y periodistas que lo acompañaron, según reveló el periodista, quien en 2011 fue merecedor de la presea Luis Marcelino Farías, otorgada por la Federación Hispanoamericana de Locutores.
“Muchos periodistas que acompañaron a López Obrador se mantuvieron en esa línea de simpatía, pero no pasaron a la militancia; son los que, cuando él llega a la presidencia del país, empiezan a criticarlo y entonces fueron atacados desde la mañanera. Es el caso de la propia Aristegui y de la revista Proceso, por ejemplo. No pasó así con La Jornada, la que sí decidió tomar partido, y que me parece que hacen un periodismo más militante, aunque mantienen un diario que tiene su prestigio y sus lectores. Es un periódico respetado con una gran periodista como es Carmen Lira y con grandes colaboradores que están en la misma coyuntura.
Seguro de sus afirmaciones, al joven periodista quien pocas veces fue señalado en las conferencias mañaneras, le sorprendió que muchos de los comunicadores hubieran cambiado totalmente su forma de hacer su trabajo periodístico y su visión de las cosas. “Y ese es el primer grupo, los nombres ya conocidos que ahí están, y son parte del sistema de oficialismo, de propaganda oficial; esta otra generación que se forma a partir de la mañanera, que no es algo casual”.
No lo es porque, asegura Salvador García Soto, en las primeras emisiones de El Heraldo Radio que él hizo, entrevistó a Jesús Ramírez Cuevas sobre la política de comunicación del nuevo gobierno, y −entre otras cosas− él le respondió que los medios convencionales tenían que entender que las cosas van a cambiar porque ya no son solo ellos, y que están también los ‘medios alternativos’, ¿cuáles son esos? le cuestionó, y respondió que internet y las redes sociales; “pero esos no son medios”, le alegó. “No, pero nuestra idea es generar desde ahí medios y apoyarlos como emergentes”. Desde ahí el ponente aseguró haber vislumbrado el fenómeno que hoy vivimos, donde todo el mundo puede tener un portal y hacer noticias o información.
Cuando las mañaneras empezaron y, conforme se afinaba este ejercicio, creo que todos al principio dijimos: “está bien que un presidente hable, porque la mayoría de ellos era muy difícil arrancarles una declaración”. Era bastante raro que en alguna gira el presidente aceptara hablar con los reporteros de la fuente, solo que pasara algo muy extraordinario. Era una época en que no existía el concepto de que el presidente saliera a dar una conferencia de prensa. “Quizás de Zedillo para acá los presidentes empiezan a salir, con Salinas −por ejemplo−, porque entendían un poco más de este manejo de la comunicación (…) ”
Pero cuando se empieza a hacer este ejercicio, lo que se vende como un exceso de información que −creo que al principio lo empezó siendo− la novedad fue ver al presidente opinar de distintos temas, lo que vino a refrescar un poco a los medios, a la información, pero empezaron a crecer y el propio presidente ya lo sabía, porque el ejercicio no era nuevo, lo había hecho en su jefatura de gobierno y le había funcionado.

Las mañaneras como fenómeno empiezan cuando se dan cuenta que es una caja de mucha resonancia y es donde entra el personaje de Jesús Ramírez Cuevas que conoce el medio periodístico, aunque muchos dicen que no hizo mucho como reportero, y −juntos− fueron construyendo sus propios medios, lo que fue definiendo a Andrés Manuel López Obrador como un político que más que gobernar al país le interesaba construir un régimen, que es lo que termina haciendo; algo que jamás entendieron los panistas.
Creo que en ese proceso nos encontramos hoy con este intento por consolidar un nuevo régimen que ahora representa Claudia Sheinbaum. Y, en esa lógica, tiene sentido lo que hicieron los “medios tradicionales”, como les llamaban ellos, los cuales empezaron a ser críticos “y además nos volvimos más críticos porque nos cerraron la llave de la publicidad”, afirma enfático García Soto, porque estas políticas de la Cuarta Transformación llevaron a El Universal a perder entre el 60 o 70 % de su personal para poder subsistir.
Esto llevó a que varios periódicos empezaran a maniobrar buscando a los gobernadores que también pagaban publicidad, lo que hizo que, por un tiempo, varios medios se mantuvieron a flote; pero resulta que Morena empieza a avanzar ganando cada vez más gubernaturas, y los titulares de ellas tenían que someterse a las políticas discursivas de López Obrador dejando de comprarles publicidad “porque no querían contradecir al jefe político”
La conversación con el periodista de El Universal se prolongó más de lo usual, concluyendo con que hay que seguir haciendo lo que sabemos hacer, lo que nos gusta hacer, lo que nos apasiona. “Y yo personalmente me lo he planteado: si algún día daría el brinco a ser un periodista militante y no… en el camino ha habido muchos políticos que me han ofrecido irme a trabajar con ellos, de vocero, jefe de campaña (…) Siempre se los agradezco y les digo que no, afortunadamente tampoco tengo necesidad de hacerlo, y respeto mucho a los compañeros que se pasan también al lado de la comunicación pública porque es bastante válida también. VER VIDEO
Fragmento de la conversación de Salvador García Soto con los integrantes del Grupo de Reflexión Humanista y Política, Grhupo, el 24 de enero 2025
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