
Por José Sobrevilla, Premio Nacional de Periodismo 2023
De inicio, para el investigador de la UNAM, Raúl Trejo Delarbre, el de la Cuarta Transformación es un modelo que recupera muchos rasgos de lo que ya había en el país. Durante largo tiempo hemos tenido en la vida pública mexicana una comunicación presidencial siempre omnipresente con un régimen presidencialista, que se ha venido aminorando en virtud de la construcción de numerosos contrapesos; sin embargo, la figura presidencial en la historia de los medios mexicanos, y por lo tanto en su cobertura, ha sido una presencia recurrente, constante, inevitable, casi ominosa, porque desplaza a otras fuentes y a otros temas de información.
Lo que el ex presidente López Obrador hizo fue recuperar, intensificar, explotar e imponer esa omnipresencia del presidencialismo totémico, tanto en la vida pública del país como en los espacios para los medios de comunicación; y para ello mantuvo, porque lo había comenzado desde que era jefe de Gobierno en la Ciudad de México, la costumbre de hacer conferencia de prensa todos los días, las llamadas “mañaneras”, que −no obstante− no fue el único instrumento de comunicación del expresidente, pero sí el central, y tiene sentido porque alrededor de él se despliega otra serie de recursos.
Uno fue la presencia del mismo presidente y sus simpatizantes ´espontáneos o pagados’, en las redes digitales, así como el uso de los medios públicos como instrumento de propaganda y no como instrumento de la sociedad ni del Estado.
Como todos sabemos, existe un Sistema Público de Radiodifusión del Estado mexicano que invariablemente ha funcionado como un recurso de propaganda a favor de un solo individuo que es el presidente de la República; y estas conferencias mañaneras fueron el eje de una táctica de comunicación para ocupar espacio en los llamados ‘medios convencionales’, los cuales, más allá de los públicos, son de carácter comercial. Esto, creo que se logró solo de manera parcial, pero sin lugar a dudas no hubo medio que pudiera dejar de cubrir de una u otra manera esta conferencia del presidente.
– En el prólogo del libro “Los que preguntan” Jesús Ramírez Cuevas dice que ‘la comunicación es política y la política comunicación’. ¿Qué opina de ello, doctor?
Toda expresión comunicativa puede tener cauces políticos, pero a veces hay una sobre politización de la comunicación. Pienso que un partido de fútbol es comunicación y si exageramos sus implicaciones lo podemos reconocer como político; pero, por otro lado, y sin lugar a dudas, esto lo hemos dicho mucho tiempo: No hay política sin comunicación, nunca la ha habido, incluso, desde los griegos, si queremos remontarnos a esos antecedentes. No la hay en sociedades de masas como las que tenemos sin el concurso de los medios masivos que, hipotéticamente, al menos llegan a espacios de la sociedad donde no arriba ningún otro tipo de mensajes.
Es imposible que se procesen los consensos que hacen falta para gobernar sociedades como las actuales. Esto fue sentado en el mundo a partir de la omnipresencia casi de la televisión en los años sesenta. Hoy día, con las redes sociales, parece clarísimo que no hay ejercicio de gobierno que pueda desplegarse sin la comunicación; de tal manera que Ramírez Cuevas no descubre el hilo negro, únicamente lo subraya y reconoce, siendo pertinente que lo hiciera.
– La comunicación política de AMLO ¿se vio favorecida por el paso del periodismo ‘convencional’ a la digital?
Estamos asistiendo a una creciente pérdida de influencia de los medios convencionales, que no han desaparecido y siguen siendo importantes. Televisa −por ejemplo− tiene aún millones de audiencias, pero ya no acaparan como hace veinte o más años, cuando no había más opción para informarnos que los noticieros nacionales de la televisión y los periódicos de la capital llamados “nacionales”. Hoy tenemos un escenario muy variado, no sólo en la información.
En la vida pública, estos medios han perdido peso porque no son los únicos que informan y entretienen. Aquí se conjugan como factores adicionales: el proceso de digitalización no para Internet, sino de las frecuencias de la difusión; donde antes había una, ahora caben tres o cuatro. Y, además, en virtud de la reforma a la ley de telecomunicaciones y la difusión de hace once años, se dieron más concesiones para nuevos canales de televisión; en segundo lugar, está el auge de las plataformas digitales como Netflix, etcétera, que les han quitado audiencias a los medios. Hoy, todo periódico o medio de difusión tiene extensiones en lo digital.
Hay medios que son nativos digitales, pero siguen actuando con una estructura, profesional y comercial, como es “Animal político”, que tiene una forma de financiamiento peculiar; o el de Ramón Alberto García, “Reporte índigo” que, aunque tiene una extensión impresa, nace como medio digital. En tercer lugar, tenemos el surgimiento de, más que medios, comunicadores o ciudadanos que quieren hacer comunicación, y aprovechan la facilidad que ofrecen las redes socio-digitales con muy variados niveles de éxito, y que se han convertido en ‘personajes de la comunicación política contemporánea’, y son los Youtubers, quienes no sé si son reporteros o periodistas, pero son ciudadanos que hacen comunicación.
Tenemos una dispersión en la oferta comunicacional y ahí es donde se inserta, esta variedad de actores en las conferencias mañaneras, donde no se sabe con qué criterios, el presidente les da la palabra, pero −aparentemente− todos pesan igual: el reportero de Reforma, Televisa o TV Azteca que el reportero de una cuenta en YouTube que tiene 500 seguidores; eso es parte de los temas que cuya discusión suscita este ejercicio de comunicación.
Siempre he creído −continúa el catedrático de la UNAM− que el que habla de todo al final acaba hablando de nada; y el presidente se ha convertido en el vocero de su propio gobierno, porque igual que quiso mostrarse como la encarnación de la voluntad de la sociedad, del pueblo. y eso es lo que hacen los dirigentes populistas en todo el mundo.

Él dice “el pueblo soy yo”, pero también “el gobierno soy yo” y de aquí sus excesos tan lamentables, como el no reconocer la complejidad de la administración pública, ni del Estado mexicano en donde hay campos de especialización muy claros. Es una colección de instituciones y no solamente un gobierno supremo. Cuando un señor dice ‘el estado, el gobierno soy yo’, habla de todo y ofrece hablar de todo y lo mismo da recomendaciones, por desgracia fallidas, para enfrentar la pandemia; que opina sobre historia en la cual el presidente López Obrador ha sido muy ignorante; pero no lo reconoce porque él se ufana de saber de historia de México. Algo ha leído y le escribieron o le dieron para escribir varios libros, pero sus errores históricos lo han conducido a decisiones lamentables.
¿Cómo pueden actuar los reporteros en ese escenario donde de pronto un asunto ligado a la salud y otro de economía pública? pues tienen que improvisar y hacer preguntas demasiado generales. Pero al mismo tiempo yo encuentro un problema en la actitud de los reporteros de todos los medios que acudieron a las mañaneras; y me hago cargo de que esta expresión puede resultar injusta. Yo sé que era muy difícil estar ahí desmayándose en medio de empujones, en un ambiente no siempre amable para todos, especialmente para los reporteros que no se ceñían al aplauso del presidente.
No puedo adjetivar, pero por lo menos es infrecuente que un jefe de Estado se dedique, o dedique parte de su tiempo, a descalificar a medios de comunicación y a sus trabajadores que no le gustan. Pero no solo “los odiaba”, y usted lo sabe mejor que yo, había un contexto desfavorable en medio de un ambiente hostil a aquellos que no hacían preguntas convenientes para el presidente.
Yo deploro que fueran muy pocos y en pocas ocasiones los reporteros profesionales que le hacían preguntas serias al presidente, buscando suscitar explicaciones cuando alguien se paraba. Y hubo casos célebres que no son los únicos, como Jorge Ramos (Univisión) y en varias ocasiones los reporteros de Reforma. No sé, quizá la reportera de Radio Fórmula, o alguien de El Universal donde era apabullado y el presidente trataba de eludir las preguntas.
Lo que quiero decir es que, con más periodistas, mejor dispuestos a hacer preguntas inteligentes, interesantes, posiblemente la conferencia mañanera hubiera sido otra cosa; pero el presidente encontró un ambiente complaciente tanto por la enorme cantidad de periodistas que iban dispuestos a aplaudirle; como por los reporteros profesionales, que no se cansaban de levantar la mano y recibir reconvenciones del presidente. ¿A cuántos periodistas, sus medios, no les dijeron que no hicieran preguntas difíciles, que incomodaran al presidente?
¿Un ‘modelo’ o un estilo de comunicación populista?
Hay mucho más que decir, porque han ocurrido más novedades en este asunto (Sobre las mañaneras). Yo diría dos tipos de cosas; primero, ¿es un modelo de comunicación? No sé hasta qué punto lo pueda ser; me pregunto ¿qué es un modelo de comunicación? Improviso una definición: es una colección de recursos, prácticas y rutinas a través de las cuales, o con las cuales, se busca comunicar mensajes. O, es ¿la organización que se le pretende dar a un sistema de comunicación?
En cada país hay sistemas diferentes que dependen de los regímenes legales de los medios, pero en ninguno termina por encajar la idea de ‘modelo de comunicación del gobierno de López Obrador’; en estas definiciones no me quiero pelear para decir −con la definición− ‘da lo mismo’. En ciencias sociales las definiciones son lo que nosotros digamos. No hay una ley como la de la gravedad que indique que “siempre, si suelto esta pluma se cae”. Esa es una definición científica.
En ciencias sociales esto es muy maleable; pero ¿Modelo? ¿En qué sentido lo sería? En el sentido de la idea de “modelo” como algo ejemplar: No sé. De la idea de modelo como un sistema que organiza lo que hay, tampoco, porque no reorganizó todo el sistema de medios. Quizá es un modelo de comunicación gubernamental, ya que la definición me queda corta, porque el presidente quiso organizar toda la comunicación del Estado, no solo y cuando podía toda la del país, pero no lo pudo lograr y esto lo enfurecía mucho. Lo que yo sí podría hablar es de un modelo que es sinónimo de estilo de comunicación populista.
A mí me sirve mucho la definición del observador como presidente populista, porque en el mundo hay una literatura abundante −y cada vez más− sobre esto; y sobre todo en los años recientes, los gobernantes populistas se han singularizado por querer acaparar el espacio público, por utilizar recursos públicos en su beneficio personal, para comunicar, por construir un discurso de animosidad que considera enemigos a aquellos que no se le subordinan, comenzando por los medios de comunicación que difunden versiones que no le gustan en la condición de enemigos.
Lo mismo de Maduro (Nicolás) en Venezuela que de Orbán (Víktor) en Hungría y del otro lado, en México, los medios están en la primera fila de su catálogo de adversarios; y la comunicación populista se distingue por el intento de centralizar el discurso por uno fundamentalmente maniqueo: Hay buenos y malos, aplausos y vituperios, etcétera, que es conceptualmente hueco, que no explica las cosas, que no termina por responder con detalle. López Obrador fue un hombre de pocas frases, no sé cuántas: 100, 200 que repite, repite, repite, repite.
Nos pasamos años escuchando versiones de las mismas obsesiones en todos los temas … en la construcción de obra pública, en la relación con España (…) Del tema que elijamos no se movió de las consignas que ya tenía; y por último, la comunicación populista, como es muy simplificadora, se beneficia mucho del estilo de las redes digitales. ¿Cuántas ideas caben en un mensaje de Twitter (hoy “X”)? a menos que paguemos para escribir mucho… ¡Pues nada! Una consigna, no una idea desarrollada. Y eso les beneficia mucho a los gobernantes populistas. Lo mismo a Trump, cuando usaba Twitter, que ya lo está volviendo a usar.
Los periodistas que no son periodistas
Respecto al asunto de los periodistas que decían que no eran periodistas, afirma el Dr. Trejo Delarbre, Yo sé que a muchos personajes que acudían a la mañanera −y siguen acudiendo− les pesa mucho que algunos hayan dicho que “no son periodistas” y, pues depende: Vuelvo a preguntarme ¿qué es un periodista? Como no se requiere un conocimiento certificado por nadie para ser periodista, porque para ser abogado y litigar en los tribunales, sí se requiere una cédula profesional, igual para ser médico y extender recetas.
¿Se requiere cédula profesional para ser periodista?, ¡no! En algunos países de América Latina sí, pero no en nuestro país, y yo creo que está bien. Para ser periodista no es necesario haber estudiado periodismo, lo mismo que para ser periodista no basta con trabajar en un periódico. El periodista es un individuo que tiene capacidad para identificar qué es noticia, recogerla, procesarla y difundirla. Y en las sociedades complejas que tenemos, estas tareas suelen ser elaboradas, realizadas por colectivos de profesionales: un periódico, una estación, la redacción de una estación de radio.
Es muy difícil que un individuo solo pueda hacer todas las fases del proceso periodístico. Y por eso, a veces parece que hay ciudadanos que comunican, ellos solos, en su canal de YouTube, aunque cada vez, como tienen recursos, algunos de ellos van creando una estructura en torno suyo. Pueden ser periodistas; pero por otro lado, hay quienes dicen ‘el periodista para hacerlo necesita ser imparcial, objetivo…’ Y esos señores no lo son porque le van a López Obrador. Pues a lo mejor el de Reforma, El Universal le va a otra opción o a ninguna. No sé, pero el periodista tiene derecho a tener convicciones políticas. El tenerlas y expresarlas no lo hace menos periodista, si es que antepone su responsabilidad profesional y, al comunicar, recoge la mayor parte de elementos posibles de un asunto sin permitir que su afición política se sobreponga en la información que está brindando.
Y aquí es donde se puede considerar que muchos de los personajes que usted entrevista (“Los que preguntan” 2023) y que poblaban las sillas de las conferencias mañaneras, más que periodistas han sido propagandistas. No, no los descalifico con eso. Ellos lo son porque han ido a desplegar una misión política que anteponen a la información. No digo que esté mal o bien que existan.
Hoy tenemos un universo mediático poblado de estos propagandistas. Antes había otros promotores del régimen: los columnistas a sueldo que escribían en la prensa mexicana, los comentaristas, muchos en radio y Televisión. Nos llama la atención este fenómeno porque en los últimos veinte años, por lo menos, habíamos asistido a una desideologización acompañada de una creciente profesionalización del trabajo en los medios. Los medios ya no tienen como único cliente ni como único lector, al presidente de la República. Había una prensa más diversa, con opiniones más variadas y de pronto aparece esta pléyade de ciudadanos que hacen propaganda diciéndose periodistas ¿son periodistas o no? Depende lo que queramos que sean: la definición de periodista, no me pelearía por decir si lo son o no son; en todo caso, son personas que hacen comunicación, periodística o no, con un afán militante.
−Para esta segunda versión de las mañaneras con Claudia Sheinbaum ¿Qué podemos esperar?
Pues está por verse. Hay muchas especulaciones, está todo abierto, yo diría. Lo que evidentemente se puede constatar es que tendrán que ser sesiones diferentes porque se trata de protagonistas distintos. López Obrador tenía una capacidad retórica que no tiene Claudia Sheinbaum. No sé qué tanto es por su estilo que ha tenido siempre o por la intención de ocupar más tiempo. Hay quien ha especulado al respecto, pero como quiera que sea, ayer o antier, no sé qué día, se comentaba que duró una hora y media.
Sheinbaum dice lo mismo, pero en menos tiempo. Puede ser el estilo López Obrador. Hasta ahora, en el último día de su gobierno, consistió en llenar el espacio público con una catarata de palabras, muchas de ellas repetitivas, algunas sin sentido, varias, a veces −incluso− contradictorias, con tal de no ofrecer respuestas concretas a problemas reales. A veces porque no quería, porque no podía o no tenía respuesta, y con tal de no ofrecer o comprometerse con datos verificables. La frase esa de “los otros datos” es emblemática de un gobierno que reemplaza la información con la retórica. Aparentemente.
Digo “aparentemente” porque estamos por conocer su estilo. Claudia Sheinbaum es una mujer con más datos y hechos que de discurso extendido. No quiere decir verborrágico, pero está por verse, porque hasta hoy lo que hemos observado es una presidenta que no solo en su proyecto de gobierno, sino también en el estilo, le quiere copiar a su antecesor: la manera de hablar, las consignas que repite, las obsesiones que proclama, son, en lo fundamental, las de López Obrador. Quizá tiene que haber un tiempo para que se ajuste esto.
Por lo pronto, dijo Sheinbaum, las conferencias mañaneras, hoy “Del pueblo”, van a estar estructuradas a partir de una organización temática: No sé en qué orden. Un día para hablar de la salud, otro de la alimentación, otro de las mentiras, otro de las mujeres y otro del orgullo patrio, o algo así. Bueno, yo digo que para eso se requiere cadena nacional de Medios Públicos, que es otro tema que no comentamos.
De tal manera que los medios públicos se quedaron al servicio de una persona en detrimento de los derechos de las audiencias. Era necesario que el canal 22, el 11 y el Sistema Público de Radiodifusión, SPR, los tres con frecuencias en casi todo el país −sobre todo el 14 y el 11− repitieran lo mismo, es un desperdicio de señales. Lo que necesita la sociedad son más opciones en los medios pagados con recursos fiscales.

Pero bueno, la nueva presidenta va a utilizar esos recursos para dar consejos de salud, reiterar efemérides patrias. Yo creo que eso es tarea de los profesores en la escuela primaria y secundaria: hay que reinstalar y ensanchar las clases de civismo, entre otras, pero no pretender que la presidenta sea la tutora de los mexicanos, a menos que ella y sus asesores estén teniendo una idea de la presidencia como un matriarcado nacional: “Miren, mexicanos, hay que comer de esta manera…”
Pero yo creo que un presidente no está para esas instrucciones; y si el Gobierno tiene sugerencias −y que bueno− que haya campañas públicas en esos temas, pues hay otros espacios mucho más eficientes para hacerlo. Me inquieta sobre todo que se mantenga el espacio destinado a aclarar lo que consideran mentiras, con qué esquema de mentira. Sin lugar a dudas, en la sociedad circulan muchas falsedades, pero en una sociedad que quiere ser democrática y en donde hay pluralidad de ideas y de versiones, creo que es absolutamente indeseable que el gobierno se erija en fiscal de la verdad como una novela de Orwell. Eso hizo López Obrador durante varios años.
Eso, al parecer, quiere repetir la presidenta Sheinbaum y me parece sumamente preocupante. Está muy bien que haya organismos de verificación de noticias falsas, sobre todo cuando se propagan en línea. Pero eso sucede en todo el mundo moderno, contemporáneo y civilizado. Lo hacen grupos de periodistas o instituciones académicas y ninguna dice “esta es la verdad”. Dicen “está circulando esta versión”. Encontramos que estos son los hechos verificables. Que eso lo quiere hacer el gobierno, y llevan años haciéndolo.
Me parece un abuso de sus facultades, porque en ningún artículo de la Constitución ni de la Ley Orgánica de la Administración Pública está establecido que esas sean facultades del presidente ni de ningún área del gobierno federal. Uno de los pleitos que hubo con Jesús Ramírez Cuevas fue la del manejo publicitario, porque algo que le reclamaron al presidente López Obrador en el famoso Congreso (de periodistas independientes) que organizaron los Youtuberos, era que, pese a que le pegaban duro Proceso, Milenio, El Universal, etcétera y Reforma, eran fueron los que más tenían publicidad.
Entonces sí, ese fenómeno estuvo muy interesante, y ahora no se sabe cómo se va a distribuir la publicidad en esta administración. Al menos no lo han ventilado. Mientras no haya reglas establecidas en la ley, va a seguir siendo distribución tan discrecional como lo fue durante todo el gobierno de López Obrador y tan discrecional como lo fue en todos los sexenios anteriores. Si cada presidente y su personal de comunicación ha repartido dinero según simpatías personales, conveniencias políticas, negocios, pero sin considerar ni las audiencias de los medios, sobre todo sin considerar la función pública que debe tener cada medio… Yo he dicho hace varios años y esta es una propuesta absolutamente impopular que, a mi juicio, debería desaparecer completamente del Estado.
No solo hablo de la de gobierno. Los gobiernos de los estados. La UNAM tiene publicidad. Yo creo que no tiene por qué gastar en eso. Es la mejor universidad del mundo o lo que sea. Pues si lo es, no hay porque pagar en la prensa de inserción para extranjeros. Lo mismo la Comisión de Derechos Humanos, el Senado, el Poder Judicial. Creo que esto debería desaparecer y, en su lugar, haber sistemas como en otros países: España, Francia, Canadá, donde hay ayudas a la prensa socialmente relevante, como las publicaciones culturales o de grupos étnicos.
Hay países donde están financiadas publicaciones en idiomas que no son el mayoritario; publicaciones quizá de jóvenes, en fin, con reglas. Por ejemplo, estos apoyos serían solamente dos años y luego que vivan de la sociedad. Bueno, pero esto no va a ocurrir. Con el esquema que tenemos puede haber reglas para asignar publicidad con criterios muy diversos. No las hay, por lo que queda sujeto al capricho de los jefes de prensa. Ahora supongo fue Ramírez Cuevas, pero hoy no me queda claro quién vaya a tomar esa decisión, porque hay una directora de comunicación, una persona en relaciones con la sociedad o algo así, y está Ramírez Cuevas también.
Ramírez es el coordinador de asesores, pero hasta donde tengo entendido mi duda es ¿quién va a manejar el dinero de publicidad? Paulina Silva se llama la nueva directora de comunicación pero, en todo caso, serán decisiones del gobierno; y hasta ahora, en el gobierno de López Obrador ¿qué ocurrió? Que la publicidad del Gobierno disminuyó un tercio de lo que era antes, más o menos; sin embargo, todo indica que continuará siendo entregada de manera igual de arbitraria, pero con nuevos beneficiados.
En La Jornada se mantuvo una porción importante, igual para Televisa, TV Azteca, Radiofórmula; pero entró el periódico de Carmen Lira que en algún año tuvo más que ninguno de estos y algunos periódicos afines también, particularmente. Por esto los periódicos de Mario Menéndez, que ya falleció, y la cadena de “Tabasco hoy” estuvieron casi cada año entre los diez más favorecidos.
Y me pregunto ¿el Estado tiene necesidad de apoyar a los medios que ya son exitosos? ¿Por qué pagarle a Televisa, que ya tiene muchos recursos, pero que no le viene mal el dinero del gobierno y no le hace falta para sobrevivir? Y, sobre todo, el Estado ¿Tendrá que apoyar a medios cuyo único mérito es aplaudirle al presidente? Yo creo que no, y por eso sigue siendo una aseveración muy, pero muy discutible. VER VIDEO
Entrevista realizada en Ciudad Universitaria de la UNAM el 3 de octubre de 2024
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