• “A los políticos les dan miedo las personas porque les puedan reclamar o preguntar algo que les incomode”, Dr. Aldo Muñoz Armenta

Por José Sobrevilla, Premio Nacional de Periodismo 2023

                Para nadie es secreto que la comunicación política del ex presidente López Obrador estuvo centrada básicamente en las conferencias mañaneras, su voz y presencia; pero, además −como nunca se había visto en otros sexenios− en las directrices de la propia presidencia, asegura el Dr. Aldo Muñoz Armenta, catedrático de la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Autónoma del Estado de México, UAEM. “Desde las conferencias mañaneras se marcaba línea a los responsables de Comunicación Social de todas las dependencias públicas federales; pero también −en buena medida−, en algunos Estados del país. Ahí, se establecía cuáles serían las líneas discursivas que se deberían replicar a partir de ciertos temas”, nos aseguró el Coordinador del Doctorado en Ciencias Sociales de la UAEM.

                Desde la presidencia había la instrucción de que no se dieran entrevistas para reinterpretar lo que afirmaba el presidente; se tenía que señalar o explicar lo que había dicho, su discurso, de manera libre, sin ningún tipo de modificación (…) además, esto se ponía en YouTube y otras plataformas digitales, así como en podcasts de Spotify, donde no había manera de que éste se reinterpretara desde adentro. Quienes no estaban de acuerdo con esos señalamientos, tomaban una frase y la ponía como muestra de “lo que estaba mal”. Y los a favor quitaban otra y hacían ver que “estamos en lo correcto”. “AMLO fue el político que más minutos, horas, ha hablado con los medios, les gustara o no lo que dijera…”

                Recordemos que, a Tulio Hernández, exgobernador de Tlaxcala, le gustaba mucho hablar con los medios; aunque no era lo común que políticos de oposición ni oficialistas quisieran establecer comunicación con los periodistas; les costaba mucho trabajo. Entre otras cosas por lo que representa contestar sobre muchos temas, algunos fuera de toda lógica, pero así es hablar con medios: mostrar tu seriedad y que estás, digamos, centrado y ubicado en los temas de la gobernabilidad.

−Las conferencias matutinas ¿Podrían considerarse un modelo de comunicación política distintivo de la 4T?

                Más que un modelo, yo diría que son un estilo de comunicación; porque un modelo requiere un cúmulo de elementos muy técnicos y hay que cumplirlos a cabalidad, y no es este el caso. Creo yo que es un estilo personal, porque, además −esto de las mañaneras−, lo empezó al inicio de su periodo como Jefe de Gobierno… Antes de entrar a su oficina, a las cinco o seis de la mañana los medios ya lo esperaban en la banqueta. Él siempre daba entrevistas. Después, al observar cómo lo expresado se convertía en un factor de comentarios, discusión, debate, tomó la decisión de convocar a los periodistas ya en una sala acondicionada para medios, con luces, café, techo, porque eran por la madrugada, y −a veces− los colegas reporteros se morían de frío.

Ahí descubrió que era un esquema de comunicación muy útil y eficiente, pero que además le permitía competir con las posturas, vamos a llamarle “políticas”, y posicionamiento con los medios nacionales importantes, incluida la televisión.

El estilo le sale muy bien −continúa el Dr. Muñoz Armenta−, en parte por el entrenamiento político desarrollado durante tantos años como luchador social, opositor; y en parte porque no tenía problemas para relacionarse con gente de todo tipo.

En una exposición mediática, a los políticos siempre les ha dado miedo las personas porque les puedan reclamar o preguntar algo que les pueda incomodar; sin embargo, él −AMLO− no tenía ningún problema con eso. Recordarás que un dirigente del PAN de la Ciudad de México, quiso hacer una contra mañanera en un restaurante cerca del Palacio del Ayuntamiento, y no aguantó ni un mes; y de hecho en las primeras “mañaneras”, este intrépido panista (José Luis Luege Tamargo) no tuvo mucho quórum. En la primera estuvieron algunos, pero en la segunda ya no tanto y al final no había más que uno o dos reporteros de medios muy modestos y sus declaraciones no tenían eco.

Entonces, dar una mañanera como lo hizo el ex presidente López Obrador, se oye bien, pero en primer lugar necesitas conseguir quórum, y que lo que digas tenga impacto o genere agenda como él lo hacía; sobra decir que eso es muy difícil. Xóchitl (Gálvez), quien compitió por la presidencia del país contra Claudia Sheinbaum, no lo pudo hacer. Ello a pesar de que le invirtieron muchísimo dinero. Alquilaron un salón −por ejemplo− que les costaba cincuenta mil pesos por día (Es lo que se publicó), pero al principio tuvieron mucho quórum y muchísimo interés, sin embargo, a partir de la segunda ya no había personas y, los reporteros, esperaban más bien el boletín mensual.

“Porque hay otro problema: si tú eres un personaje de la vida pública, y tienes, digamos, ciertas posturas políticas, enemigos o amigos, a quienes identificas claramente, pero si no tienes nada qué decirles sobre cualquier tema, después de tu primer dicho, te vuelves irrelevante para los colegas periodistas. Y en López Obrador vimos las frases, los juegos de palabras: “Primero los pobres”, “con el pueblo todo, sin el pueblo, nada”, “me canso ganso” … No eran como dichos que abarcaran toda la conversación, sino que se trata de sentencias que podían generar conversaciones de distinto tipo. Cuando eres capaz de atraer la atención de tus escuchas, de tus interlocutores que representan a los medios de comunicación, te conviertes en un referente para empresas de televisión, de radio y prensa escrita; lo que ahora es con las redes socio digitales.  

Pero cuando repites lo mismo y no tienes innovación en tu discurso, como era el caso de Xóchitl Gálvez, dejas de generar interés, incluso para los lectores. Imagínate de qué sirve a los lectores de medios impresos, televisivos, radioescuchas ¿escuchar y escuchar la misma noticia todos los días? Pierdes relevancia y legitimidad en tu discurso; pero la peculiaridad de las mañaneras era que cada día, había un tema distinto; en parte con los que generaban los propios medios con sus noticias, o los problemas sociales, políticos, económicos que diariamente aparecían; además de que se hacía acompañar de funcionarios que complementaban −digamos−, su discurso y que hacían más variable su conversación.

Llegaba la señora Elizabeth García Vilchis, por ejemplo, el jefe de la Guardia Nacional, algunos jueces, secretarios, para exponer temas de interés nacional, público, acordes al discurso presidencial; es decir, había mucha idea de cómo generar agenda y de cómo tener de interlocutores a los medios, cosa que tampoco es fácil.

Revisa la popularidad de Nayib Bukele (presidente de El Salvador) y no está en su capacidad de conversar con los medios, se encuentra en su estrategia publicitaria; además de que sabemos que es un presidente más cercano a prácticas autoritarias y amenazas veladas o abiertas a medios críticos y nunca fue el caso del mexicano oriundo de Macuspana.

Una de las cosas que le favorecieron mucho a Andrés Manuel fue el moverse en esa variedad de temas, pero también en clichés que estuvo diciendo todo el sexenio. Anécdotas como la de la señora que allá por el llamado ‘toreo’ (en Santa Fe) le gritó: “¡Andrés Manuel, eres un naco…!” y que repitió infinidad de veces, y que lo hacía justificándose, diciendo a veces que él tenía que repetirse porque su objetivo era adoctrinar.

Una de las premisas de la comunicación política tanto en México como en buena parte del mundo, −aseguró el Dr. Aldo Muñoz− Había sido el nunca tratar temas personales y de la vida cotidiana. Se suponía que el político estaba en un escalón de la sociedad donde únicamente se deberían tratar asuntos públicos, la economía, la devaluación, temas sociales, los más… vida cotidiana, el precio de las cosas, de que “que subió la verdura y las tortillas… lo que implicaba una barrera psicológica de que “un político no debía hablar de su vida personal, y mucho tuvo que ver, en contraste, con el modelo creado con Enrique Peña Nieto, a quien le inventaron una historia de amor con “La gaviota”, sino que había un código no escrito de que no se mostraban en un sentido humano, individual, sino −sobre todo− son el personaje político que les daba la investidura; pero Andrés Manuel López Obrador rompe con ese esquema y, digamos, destroza el tabú de no hablar de cosas personales y tampoco referirse a la vida cotidiana.

…Y cuando tienes un presidente que te dice que hay racismo en la sociedad, clasismo, está generando empatía, educación cívica, conciencia. Aunque irritando también a quienes se sintieran aludidos y decían que eso ‘era polarizar’, ‘generar o realimentar odios entre clases o grupos sociales’. Pero en mi opinión se trataba de un tipo de vocación pedagógica desde la política.

De que los políticos no solo no deben ser, vamos a decirlo así, ejemplares en su conducta, modelo, como idea que generalmente no ocurre, sino que, en mi opinión, también tienen la obligación de hacer notar lo que está bien y lo que está mal en la vida cotidiana.

Que la tribuna que le cuesta a todos los mexicanos, mucho, muchísimo dinero, sirva también, o tenga cierta contraprestación, por el costo que representa mantener políticos, y hacer que le devuelvan algo a la sociedad; y así, con eso, generar ciertas lecciones de educación cívica y cierta denuncia de la conducta clasista y/o racista.

−¿Qué se puede decir de la frase “abrazos y no balazos”? Porque muchos aseguraban que era un mensaje para las fuerzas informales y que lo dejaran gobernar.

                Yo creo que tuvo, digamos, varios propósitos. La primera era deslindarse de la estrategia que inició Felipe Calderón y continuó Enrique Peña Nieto. Es decir, modificar el discurso, o por lo menos generar la sensación de que la de él era otra estrategia. El segundo era que no podías tomar la frase textual, sino ligarla a que ‘tenemos que atender las causas fundamentales y atacarlas más que las consecuencias’.

Una más, sería que se trata de un gobierno que no puede asumir la idea de la guerra contra sus propios ciudadanos, sino que el enfoque tiene que ser de orden social. Pero como te decía, las frases dan para que tú, siendo simpatizante, neutral, adversario, o contrario, interpretes los principios del expresidente, quien lo tenía todo muy claro; cada frase o idea iba a generar conversación a favor y en contra, y me parece que ese era uno de los propósitos de esas alocuciones.

Es en parte lo que se conoce como “skin” que es atraer la atención mediática de ciertos discursos, mediante temas y que estés enfocado en ellos y te desatiendas de otros. Fundamentalmente, me parece un propósito de generar agenda más que de mandarle el mensaje a alguien en particular.

−En el caso de la rendición de cuentas ¿fue tal, o sólo propaganda política?

Tiene que ver con los dos temas; porque, frente a los periodistas, los que preguntan, como se titula tu libro, podían cuestionar lo que quisieran; y estaba claro que no dejarían de hacerlo sobre situaciones conflictivas, masacres, inundaciones, cerros desgajados, carreteras. O sea, había temas reales, sobre los que se podía uno enterar siendo televidente, radioescucha, de lo que se decía en la mañanera. “Estamos haciendo esto y aquello…” Pero después había argumentos difíciles, sobre sus hijos, por ejemplo; lo de sus hermanos y familiares, y ahí ya era propaganda política.

Así, el hombre que podía contestar con verdad, ‘ya no era tan abierto’. Más bien era hábil para darle la vuelta a la pregunta. O, cuando se le cuestionaba acerca de situaciones donde había masacres, siempre tenía la habilidad de darle un giro al asunto; es decir, podía combinar su respuesta con un acto de rendición de cuentas, como con actos propagandísticos o de elusión. Y bueno, ahí están los registros.

−Académicamente ¿Cómo ha impactado esta forma de comunicar?

Las noticias, los hechos, si no eran explicados por el presidente, no tenían el mismo peso para los lectores, los radioescuchas, televidentes. En su explicación de ciertos hechos, el presidente podía competir con lo que expusieran medios tan potentes de radio o televisión, y no se diga la prensa escrita. Además, el peso que tenía su imagen, su discurso, en medios impresos, audiovisuales y auditivos llegó a opacar a las figuras de la oposición o, a veces, llegó a oscurecer muchos problemas; no porque él lo pidiera o lo buscara, sino porque pasaban a segundo plano.

Seguro has de recordar lo que sucedió con la filtración de los Guacamaya Leaks que se habló de la salud, y de cómo un cuartel militar vendía armas a los narcos y de muchos otros asuntos graves; pues el tema quedaba diluido, porque el ex presidente podía explicar o, entre comillas, ‘justificar’, muchos de esos hechos y no pasaba a mayores.

En otros tiempos, estos hechos hubieran provocado una crisis de legitimidad y, por ejemplo, en el caso de países donde los medios tienen más potencia y mayor legalidad social como Reino Unido, Francia, España, Estados Unidos… hubiesen provocado la renuncia de varios funcionarios y no fue el caso. Entonces, académicamente tienes una figura muy mediática que, además, su discurso se repetía todo el día en distintos medios, contrarios, favorables o neutrales, y esto eliminaba, o eliminó de hecho las posturas de la oposición, las cuales no encontraron como competir.

Y, en buena medida, me parece también logró opacar algo o mucho la realidad social que estuvimos (y estamos) viviendo, como ha sido el tema de la violencia delictiva y todas sus consecuencias. Es decir, la relevancia mediática del presidente se había convertido en el centro de la discusión mediática y a veces hasta familiar y muchas veces hasta entre amigos, en fiestas, reuniones. Fue todo un fenómeno.

−Sobre la exhibición pública de medios, periodistas y personajes de la oposición, ¿Qué reflexión le merece?

Otra de las virtudes de este estilo de comunicación, fue que llegó a desenmascarar a muchos medios. Yo creo que los colegas periodistas hacen su trabajo, pero no pueden, digamos, satanizar. Que pregunten lo que tengan que preguntar o lo que quieran, pero desafortunadamente se hizo notar por el ex presidente AMLO que los medios tenían a veces intereses políticos y económicos. Además de dar información al respecto y, por otro lado, hizo notar que a veces también se convertían en una forma de presión al gobierno para obtener concesiones.

Por ejemplo, cuando (el presidente) exhibió que el periódico El Financiero había recibido un préstamo de 100 millones de dólares; o bien, cuando dijo que Latinus, el portal, obtuvo del Tribunal Electoral del Poder Judicial más de mil millones de pesos en recursos. Es decir, hizo notar que los medios no vivían solamente de sus lectores, de sus televidentes, de informar, sino que vivían también de obtener concesiones del gobierno. Cierta ocasión hizo (López Obrador) la denuncia de que una de las plataformas petroleras que desincorporó Pemex se la habían asignado a un periodista.

Yo creo que los ataques no eran hacia el periodismo, contra la actividad de informar, si no contra el enmascaramiento o mascarada que presentaban algunos periódicos, radiodifusoras, o televisoras, que, pretendían obtener beneficios, a cambio de silencio o de buen tratamiento de noticias. No era solo eso. Es como, por un lado, el estilo muy “cotidiano” entre columnistas y líderes de opinión que dan un golpe sobre cierto hecho a algún político, incluido el expresidente López Obrador y después, si es cierto, si hay matices, es irrelevante.

Tiene que ver con su rating, su nivel de audiencia, credibilidad; entonces, un líder de opinión, como se les dice a los columnistas muy influyentes, no puede dar cualquier noticia porque dejan de tener peso en su propio medio. Tiene que dar noticias de impacto, exclusivas, o tiene que generar polémica; pero a veces eso lleva a que descontextualicen o manipulen los hechos y que se editorialice.

Esto lo hacen con el objetivo de llamar la atención más que de informar. Antes ningún político contestaba, o decía que los iban a demandar a esos medios, o los cerraban. ¿Recordarás cuando la revista Impacto, le llamaba a Manuel Bartlett, cuando era secretario de Gobernación: sátrapa? entre otros insultos. Y lo que hizo fue cerrarla, así como el periódico Alarma. O la ocasión que Carmen Aristegui hizo notar que Fernández Noroña, siendo diputado, había colocado una manta abajo de la tribuna que decía “¿Tú permitirías que un borracho maneje tu auto? Entonces, ¿por qué permites que maneje el país? y por hacer esa reseña, estuvo fuera del aire tres semanas, me parece. VER VIDEO

Entrevista realizada el 4 de octubre de 2024